Esa difícil
costumbre de que esté muerto. Como Bird, como Bud, he didn´t stand the ghost of a chance, pero antes de morir dijo su
nombre más oscuro, sostuvo largamente el filo de un discurso secreto, húmedo de
ese pudor que tiembla en las estelas griegas donde un muchacho pensativo mira
hacia la blanca noche del mármol. Allí la música de Clifford ciñe algo que
escapa casi siempre en el jazz, que escapa casi siempre en lo que escribimos o
pintamos o queremos. De pronto hacia la mitad se siente que esa trompeta que
busca con un tanteo infalible la única manera de rebasar el límite, es menos
soliloquio que contacto. Descripción de una dicha efímera y difícil, de un
arrimo precario: antes y después, la normalidad. Cuando quiero saber lo que
vive el shamán en lo más alto del árbol de pasaje, cara a cara con la noche
fuera del tiempo escucho una vez más el testamento de Clifford Brown como un
aletazo que desgarra lo continuo, que inventa una isla de absoluto en el
desorden. Y después de nuevo la costumbre, donde el y tantos más estamos muertos.
muy bueno
ResponderEliminar