Así como
ese pedazo de madera viejo, carcomido cansado que en un momento fue nuevo que
yace en mi sala como vestigio de mesa, mi alma ha tratado en vano de vencer a
los rezagos y perjuicios de la vida, el sol permanece joven, hasta el viento
que me ha ahogado brutalmente con su brisa oxigenada, aún cuando han vivido más
que yo, pero mi cuerpo persistente que trata de vencer al mal tiempo, terco,
necio, empecinado, ridículo ante las resistencias de la vida a las cuales un
día finalmente cederá, para terminar, como todo…
Sólo
me queda esperar ante los destinos de la nada, me quisiera lanzar desde enormes
edificios hacia el infinito, y ahí estallar, estallar y teñirlo todo con los
recuerdos, las memorias de lo que fui, para después simplemente quemarlo y todo
vuelva a ser cenizas, polvo desvaneciéndose en el viento, en las horas que
vendrán.
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