He intentado ver de nueva
cuenta el sol, pero como una nube que lejana y lentamente se conforma para
después de los días venir a cubrirlo, a nublarlo todo, así se va formando mi ya
tan familiar melancolía. Días de vicio, vacío e inútiles en los cuales tengo
como única certeza la negación, la nada, se han tornado norma. Días que son
como una enfermedad de la cual uno tiene a medio término la seguridad de que
sea esporádica, pero cabiendo la posibilidad de que en el fondo, muy en el
fondo uno dicha condición sea condición perpetua.
Los días caen con rapidez
del calendario uno a uno, justo como mis esperanzas de que alguna vez algo
mejore, caen de mi mente por los lúgubres peldaños de mi existencia. En mi
exterior no puedo ver luz, no puedo mirar el color que la vida arroja, veo lejana
mi mirada de las cosas, ensimismada dándole vueltas a un pensamiento que se ha
tornado imposible, tan imposible como creer que un tren se detendrá súbitamente
en menos de un segundo si es que viaja a más de 100 kilómetros por hora.
Cada vez leo menos y escribo
peor, cada vez hablo menos, y escucho mucho más de lo que desearía, observo
personas andar por las oficinas y por las calles, y de pronto súbitamente me
gustaría ser otro yo, o al menos un yo, otro yo que no le diera tanta vueltas a
un pensamiento inútil que trata de cosechar buenos frutos sabiendo que siembra
en tierras yermas.
Hablar del futuro me aterra,
pensar el futuro me produce insomnio, sin embargo me es inevitable; me he
convertido lentamente en algo que un yo más joven despreciaría, y la tendencia
quizás dentro de unos años, como una curva de Gauss quizá sea la misma; el
progresivo desprecio de mí, hacia mí mismo, y el deseo continuo de ser otro.
Toda música me parece
lineal, toda música me parece ser la misma, y no es más que eso; nota tras nota
acumulada, entropía inútil como el hecho de haber nacido, justo como otro día
en el que entra y sale el sol, justo como otro día en el que pasan las horas y
la vida por efecto se agota. Todo es inerte, toda vida está plagada de muerte.
¿Qué vendrá después?
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