Una historia inicia con una conexión celestial entre la
imaginación y el lenguaje, una historia aún no redactada, y por redactarse es una
especia, y especie en peligro de extinción; es una venta sin documentos, una novia sin
anillo, o una nube que amenaza, y simplemente se va.
El siguiente es claro
ejemplo de ello, pretendí hacer una historia con los siguientes argumentos,
y de pronto, todo fue no más que una perpetua caída:
Conforme caminaba a mi destino… No, no creo en ello.
Dicha historia versaría sobre una piedra que yo encontraría
camino a casa, dicha piedra (no de reductos de metanfetamina, sino una piedra que
con el paso del tiempo se va formando y deformando) me contaría historias totalmente
inéditas, desconocidas, de sucesos que le han acontecido, desde cómo llegó a
tener una forma como el David de Miguel Ángel, a lo que ahora es; un mero
cúmulo de asfalto y cerámica, y a raíz de ahí, dicha roca se decantaría por el
nihilismo y algunas otras no doctrinas.
Pero eso no lo es todo...
Esa estoica, y ermitaña piedra, apelaría a mí a seguir sus pasos, y de hecho lo he hecho, por eso no concluyo ésta historia…
Esa estoica, y ermitaña piedra, apelaría a mí a seguir sus pasos, y de hecho lo he hecho, por eso no concluyo ésta historia…
La roca a dos metros de donde la deposité, me sigue mirando con desdén...
Mientras mis no manos de mármol me acometen a seguir tecleando.
Mientras mis no manos de mármol me acometen a seguir tecleando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario