Soy un viajero que ha emprendido
un largo viaje que parece ser a la nada. Los días se precipitan uno tras otro y
no se ve más que el árido horizonte que parece no acabar, el agua turbia debajo
de cubierta solo sirve para enlentecer el arribo a la meta. O ¿será que no hay
meta?
Cuando uno emprende el viaje con
esperanzas es preciso siempre continuar, continuar… ya es demasiado tarde para
retractarse; los días se tornaron meses, años, y el tiempo se ha perdido, miro
hacia atrás y veo lo mismo que cuando me proyecto hacia adelante, es decir al
futuro; Nada, lo cual imposibilita el ánimo y los motivos para regresar al puerto
del cual partí.
Así pasan las horas, los días, en
medio de ésta mortífera soledad, en medio de ésta angustia cuyo origen no logro
identificar. Entonces no me queda más que esperar, sentarme a soñar si es que
puedo y esperar, a que algo pase ¿qué?, con certeza no lo sé, pero esperar,
quizás esperar llegar de nueva cuenta a tierra firme, a cualquier lugar, o
encontrarme con el vértice-abismo que divide lo finito de lo infinito.
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