domingo, 9 de abril de 2023

Un día para recorrdar

 

Habíamos acordado acudir al suculento balneario en familia el primer domingo de vacaciones. Yo había tratado de postergarlo.

Los domingos siempre son pésimos días si uno acostumbra a beber los sábados. Quien acostumbra hacerlo acordará  conmigo.

05:00 am, comenzaba a sonar el despertador, el presagio de que el plan se concretaría; eran los switches de los focos encendiendo y apagando, pisadas rápidas por todo el lugar, el sonido del wáter tragando agua tempranamente a su vez.

¡Alístate!

Por quinta ocasión me decían al unísono mis padres.

Para ser franco aquellas reuniones jamás me habían agradado. De las idas a los balnearios sólo me queda el recuerdo de la dermis quemada, y una fatiga insoportable después de aquellas jornadas por algunos tan añoradas.

De aquello recuerdo el fatídico intento de los padres o los tíos según el caso intentando encender el carbón para cocinar, la conducta histérica de las tías o madres tras haberse percatado de haber olvidado algún esencial ingrediente para la cocción de la mierdera carne. (qué habrían pensado nuestros ancestros de nuestras conductas)

!Alístate,  sexta llamada! a mi puerta, y yo pensando; ¡ni una mierda!

De momento entre aquella resaca de madrugada me vino a mente, en aquél momento sería preciso ser un objeto impreciso para que así dejasen de molestar.

 

¡Puta madre, siempre lo mismo! escuché una voz furiosa, seguido el auto familiar arrancaba…

 

No pude más que sentir felicidad, me habían dejado, eché un vistazo al reloj, las 06:00 a.m, me dormiría por otro par de horas.

El sol traspasaba por mi ventana, tomé el teléfono: las 12 horas, varias llamadas perdidas de mis familiares. Por un momento pensé lo peor. a menudo la resaca nubla las ideas de uno e incluso a nivel fisiológico produce ansiedad o un efecto similar a la rabia.

Bajé los peldaños para llegar hasta la cocina, tenía varios mensajes en el mobil, pero no quería mirarlos sin antes beber un poco de agua. Abrí el frigorífico, encontré una caguama a la mitad, y le di un largo trago.

Abri la puerta, eché un vistazo a la cochera, posteriormente tomé asiento, y ahí miré el carbón, cerrado, intacto, justo debajo del azador.

Aún quedaba un poco de cerveza en aquel envase, pensé; ¡éste será un día para recordar!

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