igual que Moisés la roca,
hasta que brote de tus párpados
el agua para mi boca.
Navegaré mi
deseo
en tu llanto; sonarán
como un tambor tus sollozos
batiendo su rataplán.
¿No soy un acorde falso
de una bella sinfonía,
mientras me sacude y muerde
esta voraz ironía?
Ella es sangre de mi sangre
y de mí mismo el reflejo.
La furia en mí se contempla,
yo soy su siniestro espejo.
Soy la
herida y el cuchillo,
soy el esclavo y el yugo,
el penado y la prisión,
la víctima y el verdugo.
De mi propio corazón
condenado a ser vampiro,
a reír sin más razón.
Risa que, al fin, es suspiro.
Baudelaire.
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