Iván
Ilích veía que se estaba muriendo y se hallaba en un continuo estado de
desesperación. En el fondo de su alma sabía que se estaba muriendo, pero no
sólo no se acostumbraba a ello; simplemente, no podía entenderlo… No puede ser
que la vida sea tan sin sentido, tan asquerosa. Si es cierto que la vida es tan
asquerosa y tan sin sentido, entonces, ¿para qué morir y morir sufriendo? No;
aquí falta algo. -A lo mejor no he vivido como debía-, se decía, e
inmediatamente apartaba de sí esa única solución del misterio de la vida y de
la muerte como algo absolutamente imposible… Buscó en su interior el
acostumbrado miedo a la muerte y no lo encontró. -Dónde está Ella? Qué muerte?-
No había miedo porque tampoco había muerte.
En lugar de la muerte había luz.
-Así
que es eso -dijo de repente en voz alta-. ¡Qué alegría!
-¡Se
terminó!- dijo alguien encima de él.
Iván
Illich oyó estas palabras y las repitió en el fondo de su alma.
-La
muerte ha terminado-, se dijo. -No existe más.-
Aspiró
el aire, se detuvo en medio del suspiro, se desperezó y murió
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