El
viejo francisco se encontraba sólo andando en una plaza, a las afueras de una
iglesia, sabía claramente que le llamaban el indigente, yo en ocasiones le
miraba, su mirada era profunda, melancólica, como la de quien guarda un gran e
interesante secreto, por un momento me detuve, y casi quise pensar lo que
pensaba;
El
soundtrack de mi vida llevaría sólo una melodía, compuesta a cuatro cuartos de
puros silencios, como imágenes de fondo llevaría una totalidad de pequeños
vacíos que con el paso del tiempo he pretendido ir llenando. El vacío cerveza,
el vacío literatura, el vacío amor, y me dejaría a mí como el buscador, como el
perseguidor condenado constante que ya hasta se ha acabado los zapatos
metafísicos para recorrer todos los posible caminos, que pretenden ir salvando
uno a uno esos pequeños vacíos, que a mí
ya me han plagado de su existencia, transformando de esa manera mi existencia
en el padre de todos los vacíos.
En
ocasiones me gusta ponerme hilarante y pensar que hasta podría exhibirme en los
circos, en las ferias, me podría hacer rico, pues las personas no verían en mi
nada, y se preguntarían; ¿qué ha hecho ese hombre con su vida? Convirtiéndome
así en el hombre “naderías”. Ya los imagino diciendo; “Nosotros tan Francia,
tan viajes, tan dinero, tan trabajos, tan Bakunin, tan demócratas, ó
republicanos, tan autos, tráfico, tan ocupados, con una vida tan apacible”.
Quizás en una de esas por compasión me llevarían hasta sus casas, y como un
perro libre me bastarían 5 segundos para haberme aburrido, y para querer
postergar mi visita. Pero por otra parte el sólo hecho de andar andando, en dos
maltrechas piernas me resulta per sé aburrido.
Quiero
ir con un notario, ó con algún hombre que así como pintan casas, ó eliminan
plagas, borren en mí, que den una prórroga a bajo precio, con el mero fin de
eliminar el vacío, por lo menos de un
día, con eso bastaría tácitamente para re-definir mis caminos, lo que busco, lo
que eternamente he andado buscando.
Al pasar aproximadamente media hora, el buen vago se cambió de lugar, comenzó a
caminar sin destino alguno. Por un momento pensé lo que diría mi madre cuando
llegara a casa.
Casi podría tocar esas palabras;
“Pendejo
crees que no comemos, cuanto has tardado para ir por unas tortillas, ni para
eso eres bueno, anda, vete al trabajo”…
No hay comentarios:
Publicar un comentario