jueves, 15 de noviembre de 2012

El viejo francisco, él, el existencialista




El viejo francisco se encontraba sólo andando en una plaza, a las afueras de una iglesia, sabía claramente que le llamaban el indigente, yo en ocasiones le miraba, su mirada era profunda, melancólica, como la de quien guarda un gran e interesante secreto, por un momento me detuve, y casi quise pensar lo que pensaba;

El soundtrack de mi vida llevaría sólo una melodía, compuesta a cuatro cuartos de puros silencios, como imágenes de fondo llevaría una totalidad de pequeños vacíos que con el paso del tiempo he pretendido ir llenando. El vacío cerveza, el vacío literatura, el vacío amor, y me dejaría a mí como el buscador, como el perseguidor condenado constante que ya hasta se ha acabado los zapatos metafísicos para recorrer todos los posible caminos, que pretenden ir salvando uno a  uno esos pequeños vacíos, que a mí ya me han plagado de su existencia, transformando de esa manera mi existencia en el padre de todos los vacíos.

En ocasiones me gusta ponerme hilarante y pensar que hasta podría exhibirme en los circos, en las ferias, me podría hacer rico, pues las personas no verían en mi nada, y se preguntarían; ¿qué ha hecho ese hombre con su vida? Convirtiéndome así en el hombre “naderías”. Ya los imagino diciendo; “Nosotros tan Francia, tan viajes, tan dinero, tan trabajos, tan Bakunin, tan demócratas, ó republicanos, tan autos, tráfico, tan ocupados, con una vida tan apacible”. 

Quizás en una de esas por compasión me llevarían hasta sus casas, y como un perro libre me bastarían 5 segundos para haberme aburrido, y para querer postergar mi visita. Pero por otra parte el sólo hecho de andar andando, en dos maltrechas piernas me resulta per sé aburrido.

Quiero ir con un notario, ó con algún hombre que así como pintan casas, ó eliminan plagas, borren en mí, que den una prórroga a bajo precio, con el mero fin de eliminar  el vacío, por lo menos de un día, con eso bastaría tácitamente para re-definir mis caminos, lo que busco, lo que eternamente he andado buscando.

Al pasar aproximadamente media hora, el buen vago se cambió de lugar, comenzó a caminar sin destino alguno. Por un momento pensé lo que diría mi madre cuando llegara a casa.

 Casi podría tocar esas palabras;
“Pendejo crees que no comemos, cuanto has tardado para ir por unas tortillas, ni para eso eres bueno, anda, vete al trabajo”…

No hay comentarios:

Publicar un comentario