Ahí va con
sus patas y su par de antenas que sepa qué diablos transmitan, y con solo la
convicción de no ser otra, o de no perpetuar el clisé de nuestro siglo, de no ser
Gregorio Samsa.
Su origen y
su fin es desconocido, hay quienes arguyen el destino de éstas inocentes e
infames criaturas puede superar al del mismo universo. Víctimas del folclore que
las han hecho consumidoras de marihuana y de las pestilentes industrias, sigue
la cucaracha su rumbo, con su paso meditabundo, pero seguro.
¿Y qué susto
no le han hecho pasar a una mujer en plena ducha?, batiendo sus alas sincronizada
a la amenaza de los vapores de la regadera.
Me pregunto ¿Qué
cosas habrán visto? Testigos involuntarios, testigos mudos, cuerpos devastados
en cañerías, escenas eróticas en moteles, infamias y corrupciones mundiales.
Hay quienes argumentan
que su desarrollo no llegó a la plétora esperada, se conocen 500 géneros de su
especie, sin embargo a cada momento por diferente que sea, parecerá siempre ser la misma.
A la par que
la miro transitar me pregunto ¿por qué Gregorio Samsa no quiso ser cucaracha?, ¿qué aspecto de tan peculiares insectos le resultó tan ominoso a Kafka para
rechazarlos?…
A mí en
cambio, me gustaría ser un bicho de esos, tener la capacidad de soportar una
guerra nuclear, irrumpir de súbito en un prestigioso banquete, y aun mejor;
poder vivir por meses sin cabeza, en especial los calurosos…
(1883-1924)
No hay comentarios:
Publicar un comentario