Esta mañana imaginé mi muerte:
despeñado en el coche
o de un balazo.
Me tuve lástima. Lloré
por mi cadáver un buen rato.
Hablé luego, de vacas,
del gobierno,
de lo cara que cuesta
ahora la vida,
y me sentí mejor, un
poco bueno.
Iba a decirte que
estoy realmente enfermo.
Como sin piel, herido
por el aire,
herido por el sol, las
palabras, los sueños.
Se me ha trepado en la
nuca un cabrón diablo
y no me deja quieto.
Ulcerado, podrido, hay
que vivir,
a rastras, a gatas,
apenas, como puedo.
Jaime Sabines.
Jaime Sabines.
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