sábado, 8 de diciembre de 2012

Pseudofilosofía camioneresca...



Me preguntaba quién sobreviviría a una lucha encarnizada entre todos los pasajeros que íbamos a bordo de aquél camión, mejor dicho los escasos y contados 10 pasajeros apenas, sin incluir al joven y temerario chofér que conducía sin cuidado alguno.

Siempre me llegan ese tipo de pensamientos cuando voy a bordo del camión, mientras miro gente abordándolo para dirigirse a sus destinos, veo de pronto al señor tuerto con su esposa subir y depositar sus traseros en los asientos , los imagíno, nos imagino a todos desnudos, también a los asientos que sirven como palimpsestos entre los fluídos corporales que se depositan en ellos; micro-partículas de menstruación, pedos, sudor y quedan grabados desgraciadamente, y re-grabados como manifiesto nota póstuma de que alguien estuvo ahí, a tal punto de que nadie sabe que pasa ahí, pero si fuésemos tan pequeños, ó suspicaces ó el culo tuviese consciencia y sentimientos pensaríamos dos veces antes de sentarnos en esas dimensiones que en apariencia son tan simples, banales, pero que son mucho más complejas de lo que pensamos, y que sólo yacen ahí como signo de trascendencia, marcados como el poste por los perros que indican su territorio.

Quién entonces ganaría aquella batalla encarnizada si naufragásemos por el asfalto en la contaminada selva de la maquinaria del sistema, formando así una microcomunidad “microbusera” donde si no fuese por mis malas habilidades sociales podría yo ser el dictador, y la esposa del tuerto mi nalga. El chofer por su carácter y poco intelecto me gustaría como para sacerdote, soldado ó policía, ó quizás lo acomodaría como locutor, ó dj de luz y sonido para que pusiera en fiestas patronales de nuestra señora del diesel ó el tinner las mismas canciones cumbancheras que va escuchando y nos obliga a escuchar, aunque noto que a la mayoría de mis ciudadanos les gusta. En caso extremo habría que re-educar el oído.

Habrá también que repoblar el camión que el municipio de a medias está medio vacío melancólico como sin gente, pienso repoblarlo y después dar muerte a las madres de mis hijas para hacer incesto con ellas. Aunque pienso tal vez no implique esfuerzo y en el parto mueran, porque son medias viejas.

De pronto el camionero, chófer me arruina el sueño, el de mi sociedad cuasi-perfecta, al dar una soez frenada acompañada de un alto grave “fíjate baboso”, entonces reafirmo mi teoría  de que definitivamente sería un buen policía al tiempo que veo salir volando un refresco y detrás y por debajo de él un hombre que apenado y por inercia se ha ido de “hocico” (pinche física). Todo mundo evita la risa y lo ayudan presurosos, mientras yo sólo miro y pienso; uno menos…

Así corre mi pensamiento, junto con las acabadas calles que indican que estoy a punto de llegar a mi destino, olvidando mi comunidad esa que tanto pensé, quizás la extrañaré, dejando de lado también la oportunidad de ser un máximo dirigente, un gran dictador quizás ó gran demócrata, quizás simplemente sólo suba a otro camión y recomience de nuevo…

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