lunes, 31 de diciembre de 2012

Erosión



 Y en que difieren mis sueños de los demás idealistas que andan arrastrándose por el mundo, que acuden a tertulias de odio a la vida, cayendo al horizonte como yo, por qué he de ser más especial que aquél vago, ó el político corrupto, por qué habría de orbitarme el universo, ó ser un tópico de moda. No no quiero…

Los días me tragan y aderezan con soledad, con un amanecer constante entre resaca y resaca y el infernal sol como tratando de quemarme al yo resguardarlo, por rendirle tributo fiel esclavo y guardián noche tras noche entre exceso y exceso.

Los sueños me dejan en las manos del terrible insomnio, brindándome sólo una almohada, llevando como relleno mi absurdo pensamiento de que algún día finalmente colapsaré, y que soy nada (bueno ya es algo)

Busco en mis bolsillos y no encuentro más que mi mediocre existencia condenada  a la insatisfacción al lado de unos cuantos centavos que encontré al cruzar la calle justo en el pórtico de la casa que tanto deseaba y ahora yace erosionada… Existencia con la cual no puedo comprar ni siquiera un buen trago de licor barato, mucho menos otra existencia, la entrada al cielo es barata, banal, pero imposible…

He tratado de vender mi alma, el diablo nunca ha acudido a mi llamado, por ende esta se encuentra entelarañada, empolvada por nunca sacar a relucirla, erosionado mientras le voy arrancando mis días al calendario, como alguien me arranca los cabellos, y las ganas de otro día... 

Y no hago nada, pasa otro año y no hago nada, mi cabeza se llena de cabellos blancos, mi rostro de arrugas, así mismo imagino la fealdad de mi alma, eso es lo único que pasa…

A final de cuentas qué hacer con la vida, si con ella nada se hace y no son mis sueños y mi pensamiento sino un gran golpe en los testículos, un gran dolor de cabeza...

Life goes on


Quise buscar en el armario
para saber qué almacenaba tu alma,
abrí la puerta que supuse lo resguardaba
ahí no encontré nada.
Me quedé sentado sobre mi escritorio
en medio de un ambiente de alcohol y cigarros,
para ahí tratar de buscarte; sólo vagos recuerdos,
 imágenes borrosas, dañadas, semi-destruidas, quemadas encontré…
Salí por un momento
Por las desiertas calles de la vida
con mis piernas consumidas por el dolor…

Conforme cada paso daba,
a través de una atmósfera contaminada,
putrefacta por partículas de amor,
dinero, corrupción, guerras, drogas, asesinatos hastío, y
que mis ojos dañaban, comenzaron a llorar,
mis pulmones a consumirse,
a filtrar toda esa porquería...

Llegué a un panteón a la sala de cremación y ahí había más vida,
me senté a la muerte en las piernas, 
entonces ahí me encontré por fin…
Vi mi cuerpo arder,
mi maltrecha vida irse,
desperdiciada, consumida…

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Ese demonio, el Vino...




Quiero refugiarme en las garras del vino

En el  frío infierno de la inconsciencia

y la resaca por la mañana

para después, sólo después valorarlo todo

y quizás con el tiempo, ese esclavizador de mentes olvidarme...

Junto con mi maltrecha rodilla y su dolor

que lentamente se apagará

conforme el calor del fuego que emana el demonio

en mí vaya haciéndo su efecto, y de una vez

por todas, todo sea descompuesto

y por fin mire al sol salir de nuevo…

martes, 18 de diciembre de 2012

PUERTAS



Cada puerta es un portal a totalmente otra dimensión, hacia lo desconocido, temerariamente día a día podemos aventurarnos en cruzarlas ó no hacerlo, porque hay que aclarar que sí existen los viajes en el tiempo y se dan a través de estos portales de materiales conocidos, sólo se necesita un marco un techo y cuatro muros para entrar a totalmente una nueva dimensión de oportunidades y alternativas que esperan por nosotros.

Por ejemplo sucede que hace algunos días acudí a solicitar trabajo a una agencia alrededor de las 11:11 a.m y resulta que salí totalmente desorientado alrededor de las 14:14 hrs. Para mi asombro sucedió todo un sinfín de sucesos peculiares. Por ejemplo la pequeña cámara en la cual ingresé debía medir alrededor de unos 12 metros de largo por 6 de ancho. Ahí habíamos amontonados unas siete personas, sin contar a las reclutadoras. Rápidamente me percaté que al ingresar  hice algún tipo de revolución en aquella cámara, pues irrumpí con el orden, alteré la agradable atmósfera que (así lo imaginaba mientras estaba tenso) había anteriormente.

Rápidamente al ver la mirada enojada de la reclutadora por haber timbrado (también así lo imaginé) deposité mi trasero en una de las sillas de cuarta, de malísimo diseño “ergonómico-las-bolas-términos-mamones-pues-sólo-son-asientos”. Me apresuré a llenar mi solicitud, vaya gran problema tengo con las solicitudes, por mi mente pasa; todavía que voy a vender mi trabajo a alguna empresa de cuarta, como un artista vende su obra, se ponen sus “moños” con este tipo de “puñetezes” tan triviales.

Tal vez yo ese día estaba destinado para en aquél aula ser un tipo de amuleto, ó beneficio, ó simplemente la puerta conspiró en mi contra, pues noté que desde el momento de posar mi pie derecho dentro de aquella dimensión para mí hasta entonces desconocida, justo en ese instante todo el mundo dejó de hacer su actividad y comenzó a mirarme. Comencé a llenar la solicitud tembloroso. Rápidamente me percaté que llegaban más personas y no había la misma respuesta de los habitantes de aquella cámara para con ellos.

Incluso la respuesta de la recepcionista fue totalmente diferente de la que se ofreció para mí:

Conmigo hubo escaso intercambio de diálogo, con los demás decía siempre lo mismo, como si hablara en un lenguaje secreto y rutinario, obsoleto para mí pero de onda para los demás, como para conspirar en mi contra.

Pronto aquella cámara, pequeña cámara se comenzó a llenar, cuando me percaté a los 15 minutos de mi llegada ya habíamos alrededor de 20 gentes, todas en víspera de ser seleccionados para un trabajo mediocre, de sueldo mediocre, en un tiempo mediocre, pero así está la vida supongo.

Me apresuré rápidamente a terminar con mi solicitud para posteriormente pasar a la entrevista con la “gran puta reina seleccionadora” que era guapa por supuesto, no debía andar arriba de los 40 años, tenía en general buena forma y al ver (siempre lo hago no por ser un tipo de casanova, sino por interés) la ausencia de anillo en el dedo anular izquierdo rápidamente corroboré que no era casada, pensé un poco más viejo y quizás de aquí era, aunque siendo realista aspirando a un trabajo tan mediocre, no creo que se fijase en mí.

Al llamarme e ingresar en su oficina improvisada y superpuesta a la cámara, aunque nervioso me alegré por el simple hecho esta vez no había puerta, era casi innecesaria, así quizás no perdería la noción del tiempo.

“Buenos días” aunque nunca acostumbro a decir buenos días, mi estilo es más bien el de “buen día”, el de vivir el tiempo, el momento, aunque para ser sincero poco me importan esos parámetros sociales, es decir imagino que con esa falsa cordialidad no le quitarás el hambre a una persona mucho menos le darás empleo. Buenas tardes me respondió muy amable me dijo la chica. Debes estar confundido con el tiempo. Te hemos tenido por mucho esperando. 

Aunque para ser sincero yo no lo creía así, tal vez era parte de su conspiración. Para mí sólo habían pasado minutos a través de aquella puerta que no se abría.

Me dijo asimismo su nombre, alcanzándome su mano. Para ser sincero no me acuerdo de su nombre, nunca suelo hacerlo con casi ninguna persona, de hecho con ninguna a primera vista, eso me parece como un tipo de violación de invasión al espacio vital de Raquel, de Ricardo de “x” persona”.

 En cambio recuerdo a la perfección aquella mano derecha que alcanzó la mía con un fuerte apretón (básicamente fue un coito sin protección), perfectamente simétrica que pudo ser edificada por el mismísimo padre de Jesús que creó este jodido mundo, pensé; ¿por qué no?  también esa jodida mano tan encantadora pudo ser obra de los mismísimos Dioses narrados por todo tipo de mitologías existentes; buenos ó malos eso no me importa.

Me vi obligado de nuevo a actuar cordialmente y decirle mi nombre Joseph K.
Lo demás es mera puñetéz, puro mero trámite para ver si me agarra en una mentira (eso pensé), aunque a decir verdad me gustaría que me agarrara pero en otros lugares, ó mejor aún de otros lugares…

Preguntaba por mis padres, hermanos con los cuales llevo una relación buena pero a decir verdad distanciada. Verán todo es culpa de la puerta de mi cuarto. Cada vez que cruzo ese umbral difícilmente me deja salir. Ciertamente mi a-sociabilidad no es mi culpa, como tampoco lo es el hecho de inventar datos acerca de mis familiares que no sé, y que realmente poco me importan por no contactarlos tan seguido.

Por un momento comencé a perder la atención en aquella mujer cuando me percaté de que me miraba fijamente a los ojos. Comencé a marearme un poco y a sudar para mis adentros.
Sus ojos aunque eran hermosos y perfectos al igual que su mano, me daban miedo, les temía, porque me miraban con la misma mirada de quien sabe algo
“me habrá agarrado en alguna mentira pensé”´

Ó quizás simplemente había descubierto mi relación tan peculiar con los umbrales y los tiempos, y con aquella maldita cámara que comenzaba a fastidiarme.

Por último y con alivio escuché, eres apto para el mediocre puesto, no fue así como lo dijo, sus palabras y su tono más bien fueron dulces y motivacionales, pero así fue tal y como lo escuché.

-.“A continuación pasa a que te apliquen las últimas pruebas”

-.Ni madres, pensé no hay forma, me voy de esta cámara, de esta puerta.

-.“No puedo señorita”, necesito acudir a algunas citas, pero mañana sin falta a primera hora del día cuente con mi presencia.

-.Está bien, aquí lo esperamos señor K.

-.¿Qué?,  ¿quiénes me esperan?

Salí rápidamente de aquella oficina, no sin antes tomar su simétrica mano a la hora de despedida, como simulando una despedida meramente diplomática, y en un solo movimiento con rapidez y sin esperarlo su mano yacía en la mía, era ahora mía la, había arrancado ya con una navaja de siete dedos que llevaba en mi maleta durante aquellos días en los cuales estaba atravesando por una fase un tanto paranoica respecto a los portales.

Aquella mano que por un momento había sido producto de mi obsesión yacía en mi palma, solitaria, sólo para mí, totalmente mía.

Entre el asco y mareo que comenzó a producirme aquél suceso contemplé chorros de sangre seguidos de un grito que arrojó aquella bella mujer ahora ya sin mano derecha, todos en aquella cámara se alarmaron y acudieron con rapidez para ver qué demonios pasaba, aunque ciertamente era algo tarde y no podían hacer nada más que llamar a una ambulancia o a la policía…

No escuché nada más, deposité la mano en mi maleta y corrí a la entrada.

¡Otra vez la puta puerta! Pensé (creo que lo hice en voz alta), cuando traté de abrirla por vez primera y no me daba tregüa.

-.“Señorita” dije a la recepcionista; “sería tan amable de decirme cómo abrir la puerta por favor”

-.Presione el botón y empuje.

Una vez saliendo de aquella dimensión, me sentí tan libre como nunca en la vida, tomé abruptamente la decisión de nunca cruzar una puerta, ó un umbral de nuevo, sólo salí y corrí, corrí, corrí…

D.D

sábado, 8 de diciembre de 2012

Cantando a la muerte los lamentos de la vida.

Malditas las deshoras en que

la poesía se torna la única realidad,

maldita la atmósfera que no deja percibir

nada más que un olor a exceso, a hastío, a miedo

a miedo a la vida...


A perpetuar prórrogas para la muerte

que no hacen más que encerrarnos

en infinitos dilemas;

los del tedio por un lado

por el otro los de nuestro final...

Pseudofilosofía camioneresca...



Me preguntaba quién sobreviviría a una lucha encarnizada entre todos los pasajeros que íbamos a bordo de aquél camión, mejor dicho los escasos y contados 10 pasajeros apenas, sin incluir al joven y temerario chofér que conducía sin cuidado alguno.

Siempre me llegan ese tipo de pensamientos cuando voy a bordo del camión, mientras miro gente abordándolo para dirigirse a sus destinos, veo de pronto al señor tuerto con su esposa subir y depositar sus traseros en los asientos , los imagíno, nos imagino a todos desnudos, también a los asientos que sirven como palimpsestos entre los fluídos corporales que se depositan en ellos; micro-partículas de menstruación, pedos, sudor y quedan grabados desgraciadamente, y re-grabados como manifiesto nota póstuma de que alguien estuvo ahí, a tal punto de que nadie sabe que pasa ahí, pero si fuésemos tan pequeños, ó suspicaces ó el culo tuviese consciencia y sentimientos pensaríamos dos veces antes de sentarnos en esas dimensiones que en apariencia son tan simples, banales, pero que son mucho más complejas de lo que pensamos, y que sólo yacen ahí como signo de trascendencia, marcados como el poste por los perros que indican su territorio.

Quién entonces ganaría aquella batalla encarnizada si naufragásemos por el asfalto en la contaminada selva de la maquinaria del sistema, formando así una microcomunidad “microbusera” donde si no fuese por mis malas habilidades sociales podría yo ser el dictador, y la esposa del tuerto mi nalga. El chofer por su carácter y poco intelecto me gustaría como para sacerdote, soldado ó policía, ó quizás lo acomodaría como locutor, ó dj de luz y sonido para que pusiera en fiestas patronales de nuestra señora del diesel ó el tinner las mismas canciones cumbancheras que va escuchando y nos obliga a escuchar, aunque noto que a la mayoría de mis ciudadanos les gusta. En caso extremo habría que re-educar el oído.

Habrá también que repoblar el camión que el municipio de a medias está medio vacío melancólico como sin gente, pienso repoblarlo y después dar muerte a las madres de mis hijas para hacer incesto con ellas. Aunque pienso tal vez no implique esfuerzo y en el parto mueran, porque son medias viejas.

De pronto el camionero, chófer me arruina el sueño, el de mi sociedad cuasi-perfecta, al dar una soez frenada acompañada de un alto grave “fíjate baboso”, entonces reafirmo mi teoría  de que definitivamente sería un buen policía al tiempo que veo salir volando un refresco y detrás y por debajo de él un hombre que apenado y por inercia se ha ido de “hocico” (pinche física). Todo mundo evita la risa y lo ayudan presurosos, mientras yo sólo miro y pienso; uno menos…

Así corre mi pensamiento, junto con las acabadas calles que indican que estoy a punto de llegar a mi destino, olvidando mi comunidad esa que tanto pensé, quizás la extrañaré, dejando de lado también la oportunidad de ser un máximo dirigente, un gran dictador quizás ó gran demócrata, quizás simplemente sólo suba a otro camión y recomience de nuevo…

jueves, 29 de noviembre de 2012

El suicida. Jaime López

Las navajas sí, pero hieren...
Los ríos sí, pero mojan...
Los ácidos sí, pero manchan...
Las drogas sí, pero entumen...
Las pistolas son ilícitas,
Con la horca uno saca la lengüa...
El gas sí, pero huele feo...
Mejor hacerse a la idea de vivír...

domingo, 25 de noviembre de 2012

Experimentando...




Y casi enloquecí aquel día en el que me puse a trabajar sobre un puñado de hojas dispersas, desorganizadas. Quería golpearlas, romperlas, quemarlas, desangrarlas, arrojarlas a un vacío, sitio de naderías. Simplemente escribir en ellas con un bolígrafo punta fina sin tinta…

Justo cuando me encontraba en el borde de la locura, de la desesperación, entró mi madre a mi desordenada y oscura habitación. Yo yacía en posición fetal, a casi moco tendido, queriéndome arrancar los pelos…

Abrió la cortina de mi ventana, entonces no vi más, un fuerte rayo de luz penetró en mis ojos quemando mis retinas, sin tregua, lástima de mis pobres ojos rojos como de joint de marihuana, llorosos…

“Así como esas hojas desordenadas sobre las que yaces, así está tu vida”, alegaba…

De aquello sólo quedó el olor a tabaco, café, lágrimas, sudor y cerveza que impregnaba mi habitación, no vi nada más…

Mi vida por un momento se ordenó en la ausencia, apagada en los blues y “jazzes” que mis ojos recordaban (cada nota una imagen, aunque la misma), no le quedaba más que amurallarse, encuartelándose, reclutándose asimismo en su mundo, su país en una guerra sin balas, sin armas, contra nada, contra si misma…

¡Gracias madre por abrir la cortina!...



jueves, 22 de noviembre de 2012

Mientras escuchaba un blues...


Mientras escuchaba solo un solo de blues e 
imaginaba los demonios de aquellas décadas conservadoras 
pensé que;
Llega tarde, tardía, siempre lejana la vida,
Como algo intangible, incognoscible,
Un soborno más ante la muerte,
Unos anteojos de realidad ante la muerte,
Pues solo se le ve aparecer cuando uno se sabe mortal
Un no ser, un perecer.
Lejana, porque sólo a los demás les pasa,
Sólo los demás la viven, sólo los demás en soledad mueren,
Sólo a los otros les pasa, nunca a uno,
Y sólo cuando se está en el lecho de muerte
Muérete, al diablo puta vida, deshoras, destiempo,
Solo, demasiado...
Demasiado tarde…

jueves, 15 de noviembre de 2012

Escritos de un viejo indecente.


Algún hijoputa había acaparado todo el dinero, todos decían estar sin blanca, se acababa el juego, yo estaba allí sentado con mi compadre Elf, Elf estuvo jodido de pequeño, encogido todo, se pasó años tumbado en la cama apretando esas pelotas de goma, haciendo extraños ejercios, y cuando un buen día salió de aquella cama, era más ancho que alto, una risueña bestia musculosa que quería ser escritor pero escribía demasiado pareado a Thomas Wolfe y, Dreiser aparte, T. Wolfe fue el peor escritor norteamericano de todos los tiempos, y bueno, le arreé detrás de la oreja y la botella cayó de la mesa (él había dicho algo con lo que yo no estaba de acuerdo) cuando fue a levantarse yo tenía la botella agarrada, un escocés magnífico, y le aticé en la mandíbula y parte del cuello allí debajo y abajo se fue otra vez, y yo me sentía el amo del mundo, yo estudiaba a Dostoievski y escuchaba a Mahler en la oscuridad, y, bueno, tuve tiempo para beber de la botella, posarla, amagar con la derecha y empalmarle la izquierda justo debajo del cinturón, cayó contra el aparador, como un fardo, se rompió el espejo, hizo ruidos como de película, relampagueó y se hizo añicos y luego Elf me atizó en la frente, arriba, y caí hada atrás sobre una silla y la silla se aplastó como paja, mobiliario barato, y luego me vi yo en el suelo... (tengo manos pequeñas y no tenía muchas ganas de pelea y no le había dejado fuera de combate) y aquel papanatas de tres al cuarto vengativo se me vino encima y recibí más o menos uno por cada tres que aticé, no muy buenos, pero él quería seguir y el mobiliario se desmoronaba por todas partes, con muchísimo ruido y yo estaba deseando que alguien parase aquel maldito asunto: la casera, la policía, Dios, cualquiera, pero aquello siguió y siguió y siguió, y luego ya no me acuerdo.
cuando desperté, el sol estaba alto y yo bajo la cama. salí de allí debajo y descubrí que podía aguantar de pie. tenía un gran corte debajo de la barbilla, los nudillos raspados, había tenido resacas peores, y había sitios peores para despertar, ¿como la cárcel? quizás, miré a mi alrededor, había sido real, todo roto, apestando, tirado, derramado (lámparas, sillas, aparador, cama, ceniceros), increíblemente macabro, no había nada delicado allí, no, todo era feo y muerto, bebí un poco de agua y luego pasé al retrete, aún seguía allí: billetes de diez, de veinte, de cinco, el dinero, yo lo había ido metiendo allí cuando entraba a mear durante la partida, y recordé que la pelea había empezado por el DINERO, recogí los billetes, los metí en la cartera, coloqué mi maleta de cartón en la cama inclinada y empecé a meter allí mis andrajos: camisas de faena, zapatones con agujeros en las suelas, calcetines sucios endurecidos, arrugados pantalones con perneras que querían reír, un relato sobre un tipo que agarraba ladillas en el Palacio de la Opera de San Francisco y un sobado diccionario de los Drugstores Thrifty: «Palingenesia: Recapitulación de estudios ancestrales de la vida y la historia».
el reloj funcionaba, el viejo despertador, Dios le bendiga, cuántas veces lo había mirado en mañanas de resaca a las siete y media y había dicho ¿que se joda el trabajo? ¡que se joda el trabajo! en fin, marcaba las cuatro de la tarde, estaba a punto de colocarlo en la maleta para cerrarla y cuando (claro, ¿por qué no?) alguien llamó a la puerta.
¿SI?
¿SEÑOR BUKOWSKI?
¿SI? ¿SI?
QUIERO ENTRAR A CAMBIAR LAS SABANAS.
NO, HOY NO. HOY ESTOY MALO.
OH, CUANTO LO SIENTO. PERO DEJEME ENTRAR Y CAMBIAR LAS SABANAS, ES UN MOMENTO LUEGO ME IRÉ.
NO, NO, ESTOY DEMASIADO ENFERMO, DEMASÍA DO. NO QUIERO QUE ME VEA USTED TAL COMO ESTOY.
Y la cosa siguió y siguió, ella quería cambiar las sábanas, yo decía, no. ella decía, quiero cambiar las sábanas, y dale y dale, aquella casera, aquel pedazo de carne, todo carne, todo gritaba en ella CARNE CARNE CARNE, yo sólo llevaba allí dos semanas, abajo había un bar. venía gente a verme, no estaba yo, y ella decía siempre; «está abajo en el bar, siempre está abajo en el bar», y la gente decía: «pero hombre por Dios, ¿qué PATRONA es ésa que tienes?».
pues era una mujer blanca, muy grande, y le gustaban aquellos filipinos, aquellos filipinos hacían trucos, amigo, cosas que un blanco ni soñaría, ni yo siquiera, y han desaparecido ya esos filipinos de sombreros de ala ancha bajos sobre la cara y grandes hombreras, eran los reyes de la moda, los chicos del tacón puntiagudo; tacones de cuero, rostros canallescos, cetrinos... ¿dónde os habéis ido?
bueno, la cosa es que no había nada que beber y yo estuve horas allí sentado, volviéndome loco, estaba muy nervioso, carcomido, hasta los huevos, sentado allí con cuatrocientos cincuenta dólares de buen dinero y sin poder echar una cerveza, estaba esperando la oscuridad, la oscuridad, no la muerte, quería salir, echar otro trago, reuní valor por fin. abrí un poco la puerta, sin soltar la cadena, y allí había uno, un macaquito filipino con un martillo, cuando abrí la puerta, alzó el martillo y sonrió, cuando la cerré sacó los clavos de la boca y fingió clavarlos en la alfombra de la escalera que llevaba al primer piso y a la única puerta de salida, no sé cuánto duró, siempre lo mismo, cada vez que yo abría la puerta él alzaba el martillo y sonreía, ¡macaquito de mierda! no se movía del primer escalón, empecé a ponerme loco, sudaba, apestaba; circulitos girando girando girando, luces laterales y relampagueos de luz por el cráneo, si no hacía algo las iba a pasar putas, volví y cogí la maleta, no pesaba nada, andrajos, luego cogí la máquina, una portátil de acero prestada, de la mujer de un antiguo amigo, nunca devuelta, daba una sensación agradable y sólida: gris, Usa, pesada, seria, intrascendente, cerré los ojos y solté la cadena en la puerta, y, maleta en una mano y máquina de escribir robada en la otra, me lancé al fuego de ametralladora, amanecer de mañana de duelo, crujidos de trigo partido, el final de todo.
¡EH! ¿ADONDE VAS?
y aquel monito empezó a alzar una rodilla, alzó el martillo, y me bastó con eso (el relampagueo de luz eléctrica sobré martillo), tenía la maleta en la mano izquierda, la máquina portátil de acero en la derecha, él estaba en posición perfecta, agachado junto a mis rodillas y la lancé con gran precisión y cierta cólera, le di con la parte dura lisa y pesada, magníficamente, a un lado de la cabeza, el cráneo, la sien, su ser.
hubo casi como un estruendo de luz como si llorase todo, luego silencio, me vi fuera, de pronto, en la acera, había bajado aquella escalera sin darme cuenta, y quiso la suerte que hubiese allí un taxi.
¡TAXI!
entré.
UNION STATION.
era agradable, el quedo rumor de los neumáticos al aire mañanero.
NO, ESPERE, dije. LLÉVEME A LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES.
¿QUE LE PASA, AMIGO? preguntó el taxista.
ACABO DE MATAR A MI PADRE.
¿MATO A SU PADRE?
NUNCA OYÓ HABLAR DE JESUCRISTO.
CLARO.
ENTONCES VENGA: ESTACIÓN DE AUTOBUSES.
estuve una hora sentado en la estación de autobuses, esperando el de Nueva Orleans. preguntándome si habría matado al tío. subí por fin con máquina y maleta, metí la máquina bien al fondo del portaequipajes de arriba, porque no quería que el chisme me cayera en el coco, fue un viaje largo de mucho sople y cierta relación con una pelirroja de Fort Worth. bajé también en Fort Worth, pero ella vivía con su madre y tuve que coger una habitación y por error me metí en una casa de putas, toda la noche aquellas mujeres gritando cosas como: «¡EH! ni hablar no me metes ESE chisme DENTRO por nada del mundo!» toda la noche los grifos corriendo, abrir y cerrar de puertas.
la pelirroja, era una criatura linda e inocente, o aspiraba a mejor nombre, en fin, dejé la ciudad sin poder llegarle a las bragas, por fin llegué a Nueva Orleans.
pero Elf. ¿recuerdas? el tipo con quien me peleé en mi cuarto, bueno, durante la guerra murió ametrallado, antes de morir se pasó en la cama, según me dijeron, mucho tiempo, tres o cuatro semanas, y lo más extraño es que me había dicho, no, me había preguntado, «¿te imaginas que algún IMBÉCIL hijoputa apriete al gatillo de una ametralladora y me parta en dos?».
—bueno, es culpa tuya.
—ya, ya sé que tú no vas a morir frente a ninguna ametralladora.
—puedes estar bien seguro, no moriré así, muchacho, a menos que sea una ametralladora de las del tío Sam.
—¡no me vengas con ese cuento! sé que amas a tu patria, ¡se te ve en la cara! ¡amor, amor de verdad!
fue entonces cuando le pegué la primera vez.
después de eso, ya sabéis el resto de la historia.
cuando llegué a Nueva Orleans, procuré cerciorarme de que no me metía en una casa de putas, aunque toda la ciudad lo parecía.