Yo no estoy loco, la culpa la
tiene el televisor, crecí mirando el televisor.
Cuando al regreso de la escuela
ví un pequeño corto animado, debían ser los picapiedra, o los supersónicos,
cuando al regreso ví aquello me dejó marcado de por vida. Lo que me benefició y
a la vez perjudicó tanto fue el hecho de vivir hasta cierto punto alejados de
la sociedad. Mi padre un obrero borracho cuya constancia en el oficio de beber
era mayor a la de tomar un oficio que se pudiese considerar serio, llevando
ocasionalmente trabajos relacionados con la carpintería que implicaban el uso
de herramientas que parecían armas medievales. Mi madre cuyo nombre era Sophie,
como Sophie mi pequeña y difunta hermana, sólo ahora lo entiendo, ejercía el
oficio cuya denominación tiene un símil a lo nombrado como prostitución. Mi
familia nunca se percató de cuán disfuncionales éramos, para ser sincero nunca
se percataron, al menos mis padres, porque no les dí la oportunidad.
No, no porque quisiera hacerlo,
aunque ahora si lo pienso lo hubiese querido hacer, como enunciaba ése raro
libro que me prestó el viejo Mike; un filósofo sloveno parafraseando a otro
filósofo austriaco decía “no saben lo que hacen, pero lo hacen”…
No daré más largas y pasaré a los
hechos que desencadenaron el cruento destino para mi maltrecha familia; el
primer suceso que me marcó ya de pequeño fue la prematura muerte de mi hermana
sophie, al nacer ella por un momento tuve (aún siendo muy joven) la vaga
esperanza de que la situación cambiaría para todos en la familia, creía que al
nacer ella las cosas se recompondrían, pero todo fue de manera muy distinta.
Sophie al parecer no era en verdad mi hermana, a pesar de ello yo la quería
como si lo fuera, la quería más de lo que pude haber querido a mi madre o
padre. El nacimiento de Sophie atenuó los problemas en casa, porque mi padre se
percató con el breve paso del tiempo de que no era en realidad su hija. Con
ello comenzaron las contiendas cotidianas entre ambos, de las cuales yo era el
chivo expiatorio, con el paso del tiempo comencé a desarrollar un tipo de
cariño ambivalente hacia mis progenitores; por un lado los quería, y hubiese
deseado que las cosas fueran de otro modo, pero por otro les deseaba lo peor.
Ir al colegio por momentos me
reconfortaba, porque veía a los compañeros y amigos, miraba a sus vidas y yo
añoraba que la mía fuese de la misma manera “armoniosa”. Por ejemplo que mi
situación fuese como la de mi primer y único amor Gabriela. Su familia estaba
compuesta por una estructura afín a la mía, o al menos eso era lo que yo quería
mirar en aquellos momentos para mí tan dolorosos; un padre amoroso, una madre
leal y fiel, y en finalmente un bebé angelical.
Al volver a casa la situación era
hasta cierto punto distinta para mí, quemaduras de cigarro propagadas por mi
madre si entraba de improviso mientras fornicaba con algún otro hombre, la
ausencia perpetua de mi padre, en ocasiones solo lo encontraba tirado por las
calles completamente ebrio.
Recuerdo aquél agosto cuando las
cosas cambiaron por completo, desde entonces fui presa de una paranoia continua
que no cesó hasta que concreté lo que podría denominar como venganza indirecta.
Volvía del colegio por la tarde
con Gabriela, por el sendero nos separamos, ella hacia los barrios altos, yo hacia
los bajos, en aquella ocasión sus padres no habían podido acudir a la escuela por
ella, la tarde había sido lluviosa, jugueteábamos al ir caminando saltando
sobre los charcos. Al llegar al maltrecho pórtico de mi casa que aquél día no
había podido ir mejor, miré la vieja puerta de madera, pensé en que no
importaría que pasara allá dentro, que viera, o que agresiones recibiera, nada
podía alterar la perfección de aquél día. Todo aquello era solo una ilusión…
Al abrir la puerta me percaté que
mi madre y mi padre lloraban, me alegré, porque finalmente después de tanto
tiempo se encontraban juntos, lloraban desconsolados, abrazados, creí que debía
ser algún tipo de reconciliación, que las cosas cambiarían, pero no fue así.
Sophie había muerto.
Con el paso de los días mis
padres decidieron juntarse de nueva cuenta y la relación se tornó más y más
tóxica, asimismo con el paso de los años fui perdiendo la ingenuidad, me
percaté de por qué Sophie había fallecido, básicamente había sido culpa de
ambos.
La televisión me educó, miraba
series policiacas y me comencé a obsesionar con las mismas, un día al llegar
del colegio decidí que mi vida cambiaría moldearía a mis padres a mi manera.
Miré una de esos cortos animados los supersónicos o los picapiedra, en uno de
aquellos capítulos uno de sus personajes se da un fuerte golpe en la cabeza y
cambia de perspectiva por completo.
Comencé a idear mi plan, comencé
a pensar cómo haría cambiar de pensar a mis padres a mi forma, la epfianía para
ejecutar mi plan maestro surgió a raíz de mirar a papá llegar del trabajo una
noche, surgió cuando lo miré dejando caer su pesada hacha al volver del
trabajo.
¿Qué miras Pendejo? Se dirigió a mí con
voz de borracho
Tráeme una cerveza y no vuelvas
hasta que no la consigas
Sali despavorido del living, sali
a la calle, pero miré fijamente el hacha, caminé río abajo hasta que oscureció,
la noche fue tormentosa, me instalé debajo del puente que conecta la zona alta,
con la zona baja a través del río donde los yonquies solían acudir a consumir
su dosis.
Ahí fue donde idee mi plan, me
colaría a la casa al amanecer cuando mi padre ya estuviera ebrio, con él probaría.
Al amanecer regresaba feliz a casa sentía aunque no ejecutaba mi plan, que lo
que estaba a punto de hacer sería algo excelso.
Tomé ligeramente el pomo de la
puerta, lo hice girar muy sigilosamente, y ahí encontré a mi padre tirado en el
suelo frente al televisor junto a un cúmulo de latas vacías. Me dirigí con
pasos lentos hasta el lugar donde había dejado el hacha. La tomé y comencé a
sopesarla, era bastante pesada, comencé a hacer ejercicios breves con la misma,
debía asegurarme que el impacto que diera con ella debía ser contundente. Hice
alrededor de 5 minutos swing con la misma, como si le diera a una pelota inexistente
de baseball con un bate. Hasta que finalmente me decidí. Caminé con el hacha,
la alcé noventa grados, y la dejé caer fuertemente sobre mi padre. Al hacerlo
cerré los ojos, al abrirlos para llevar de nueva cuenta el hacha al cielo me
percate de algo terrible; mi padre yacía sin cabeza, un chorro de sangre no se hizo
esperar, la mirada que vi en el rostro decapitado de mi padre era bastante
aterradora. Dejé el hacha súbitamente, estaba bastante asustado, puesto que
papá yacía muerto, pensé en limpiar el inmenso charco de sangre, pero opté en
que lo haría ya que hubiese culminado todo el trabajo.
Hacer cambiar de pensar a mis
padres sería más difícil con la ausencia de una cabeza, por esa razón opté por
un método distinto con mamá. Tomé el pesado maso con el que papá solía
cincelar. La operación fue básicamente la misma, sopesé el maso unos momentos,
hice algunos swing´s, posteriormente le dí un trago a una de las cervezas medio
vacía y tibia que había dejado mi difunto padre, sabía amarga, pero me
tranquilizaba. Comencé a caminar de manera sigilosa a la habitación de mamá.
Tomé el pomo, y sobre la masa encefálica de mi madre comencé a dejar caer el
enorme maso, el primer sollozo de mi madre fue aterrador, casi tan aterrador
como el rostro de mi padre decapitado. Posterior al primer sollozo comenzó a
convulsionar. Seguí una vez tras otra, hasta que aquello que solía ser el
cráneo de mi madre quedó hecho una masa confusa.
De nueva cuenta había fallado...
Intenté reparar el daño, lo
primero que hice fue tomar un hilo con su respectiva aguja me sentía tranquilo
a pesar de lo sucedido, cuando hice entrar el hilo en el ojillo me encaminé a
levantar la cabeza de mi padre, aún estaba tibia, la tomé, la expresión de
horror de aquél rostro era abrumadora, sin embargo tendió a parecerme indiferente,
tras varios intentos fallidos finalmente pude unirla al maltrecho cuerpo.
Posteriormente me encaminé hacia la habitación de mi madre, tiré su cuerpo
maltrecho al suelo para hacer la cama, cambié las sábanas ensangrentadas, procedí
a cambiar a mi madre. Deposité los cuerpos tanto de mi padre como de mi madre sobre
la cama, finalmente mis padres estaban juntos de nueva cuenta.
Aún me hacía falta un bebé para
complementar la familia…
Al siguiente día encaminándome
hacia la escuela tomé el cuchillo, pensé en raptar al pequeño hermano de
Gabriela, para de esa forma hacerlo parte de mi nueva familia, pero todo fue en
vano, no reuní valor para hacerlo.
Al llegar a casa apenas giré el
pomo de la puerta, la peste que emitían aquellos cuerpos en descomposición era
sorprendente, me dirigí hacia la habitación de mis padres, la peste crecía
conforme avanzaba, a pesar de la peste podías también respirar paz en el hogar,
dirigí un saludo a mis padres, encendí el televisor y me puse a comer lucky
charm´s al pie de la cama recordando que en ocasiones los golpes en la cabeza
pueden ser hasta cierto punto efectivos.