viernes, 12 de abril de 2019

Aurora


¿Por qué lloras? Preguntaba Úrzula al pequeño Joaquín mientras caminaban por la colorida alameda adornada por edificaciones victorianas.

¿Por qué lloras carajo? Le preguntaba de nueva cuenta, ésta vez de modo persuasivo interpelando alguna respuesta certera.

No sé, dijo Joaquín, a la par que se frotaba largamente los ojos; inhaló y exhaló con la mirada perdida en el horizonte, allá donde se dejaba de apreciar la larga alameda.

¡Todo es efímero! Dijo de súbito, a dicha frase añadió lo siguiente; 

Nada puede permanecer, los árboles que conforman ésta avenida aunque longevos algún día desaparecerán, incluso tú Úrsula, tú pronto morirás yo moriré, es el estado normal de las cosas. Todo es entrópico el día a cada momento renace y muere, esa es la tendencia, algún día simplemente nos haremos mierda y el tiempo seguirá corriendo.

Muchos de nuestros ancestros creyeron que su vida era lo real, que lo que veían, y oían era un inquebrantable dogma, hasta que la muerte les llegó. Qué más da ser rey o peón si la partida al final siempre se pierde, amanece nuestra efímera aurora para lentamente marcharse.

Extraño las cosas que no he visto, y las que no veré, todo a cada momento me deja una desazón y un desconcierto inquebrantable que gente idiota como tú no puede ver.

De aquello que el pequeño Joaquín decía,  Úrsula no entendía ni una cagada a ciencia cierta. 

En un instante que fue nada, el pequeño Joaquín hábilmente se escabulló de los gordos brazos de Úrsula, con sus pequeños piés corrió hacia el puente peatonal de la calle independientes, que se encontraba a escasos 8 metros, procedió a subir  los largos peldaños del mismo, una vez en la cúspide se lanzó al vacío...

Entonces abrió los ojos de nueva cuenta, se palpó con agitación, la luna se alcanzaba a dibujar en el espejo que contenía su recámara, se palpó con estrépito, ¡estaba vivo!, se sintió desdichado pues todo había sido un mal sueño, pronto una nueva aurora volvería a aparecer, para desdibujarse...