martes, 31 de julio de 2012

LAS ARISTAS DEL ALMA.




Llámese expresiones, visiones, percepciones, sí, expresiones es lo mejor son las que componen las aristas del alma, aunque no sé lo que sea el alma; What is soul?, i don´t know… I´ll nerver know it dude…

Todo, absolutamente todo el mundo está condenado a expresar dichas aristas, desde el jodido camionero que me da mal el cambio, y encima se encabrona, hasta el taquero sudoroso que no conozco y me saluda, el borrachín extraño que he visto y duerme bajo el sol con estilo sin importarle el tiempo y al parecer tampoco el espacio, las putas que yacen bajo el sol sin clientela, preocupadas por la paliza sin tregua que les propinará el padrote. Dichas expresiones son para mí aristas, extensiones, producciones, lo que nos define como entes únicos y apriorísticos, como animales pensantes; hay quienes escriben, quienes tratan, quienes corren, quienes hacen ciencia, asaltan, roban, violan, educan, rien, etc…

En pocas palabras y para dejar de joder, las aristas son para mí el arte del cual estamos compuestos, y que generalmente  no miramos. Nos han acostumbrado a ver arte únicamente en las producciones baratas e iguales de  miles de chavales que andan por la calle con sus costosas cámaras fotográficas pretendiendo hacer arte capturando todos lo mismo (chingado arte), ó a ver arte en otros “juniors” que portan camisas y tenis del Ché, unos jeans rotos equivalentes al alimento por tres días de una familia numerosa a quienes sus padres burgueses además les compran todo un equipo musical para “sacar” covers mierderos de bandas a la moda, y su ración ocasional de Marihuana; “eso sí hijo, no deje sus estudios de administración”…

No sé si sea condena ó no, pero para mí arte es el hombre sudoroso y sangrante que huele a mil demonios, que acaba de abordar el camión con la “geta” partida, y no falta hacer una gran indagación para saber que tuvo la pelea de su vida que quizás perdió, y día a día toda persona viva que veo la tiene, esa lucha por hacerse un lugar en la historia, en la búsqueda de ese algo más.  Eso es para mí el arte, lo grotesco de la vida (la realidad), lo demás mera “puñetéz” estética.

MALA SANGRE


HEREDO de mis antepasados galos los ojos azulblancos, el juicio estrecho, y la torpeza en la lucha. Considero mi vestimenta tan bárbara como la suya. Pero no engraso mis cabellos.

Los galos fueron los desolladores de bestias, los incendiarios de hierbas más ineptos de su tiempo.

De ellos, heredo: la idolatría y el amor al sacrilegio; ¡oh! todos los vicios, cólera, lujuria, magnífica, la lujuria; y sobre todo mentira y pereza.

Me horrorizan todos los oficios. Patrones y obreros, todos plebe, innobles. La mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado. ¡Qué siglo de manos! Yo nunca tendré mano. Además, la domesticidad lleva demasiado lejos. Me exaspera la honradez de la mendicidad. Los criminales repugnan como los castrados: en cuanto a mí, estoy intacto, y me da lo mismo.

¡Pero! ¿quién hizo mi lengua tan pérfida como para que guiara y protegiera hasta ahora mi pereza? Sin servirme de mi cuerpo ni siquiera para vivir, y más ocioso que el sapo, he vivido en todas partes. No existe una familia de Europa que no conozca. Hablo de familias como la mía, que lo deben todo a la declaración de los Derechos del Hombre. ¡He conocido cada hijo de familia!

¡Si poseyera antecedentes en algún punto de la historia de Francia!

Pero no, nada.

Es evidente que siempre fui raza inferior. No comprendo la rebeldía. Mi raza sólo se sublevó para saquear: como los lobos al animal que no mataron.

Recuerdo la historia de Francia hija mayor de la Iglesia. Villano, habría hecho el viaje a Tierra Santa; rememoro caminos de las llanuras suabas, panoramas de Bizancio, murallas de Solima; el culto a María, el enternecimiento por el crucificado se despiertan en mí entre mil fantasías profanas. Estoy sentado, leproso, sobre tiestos y ortigas, al pie de un muro roído por el sol. Más tarde, mercenario, habría vivaqueado bajo las noches de Alemania.

¡Ah! más aún: con viejas y niños danzo el Sabbat en el rojizo claro de un bosque.

Mi recuerdo no va más allá de esta tierra y del cristianismo. Jamás terminaré de reverme en ese pasado. Pero siempre solo; sin familia; ¿qué lenguaje hablaría? Nunca me veo en los consejos de Cristo; ni en los consejos de los Señores, representantes de Cristo.

Quienquiera que yo fuese en el siglo pasado, sólo vuelvo a encontrarme hoy. Nada de vagabundos, nada de guerras vagas. La raza inferior lo cubrió todo el pueblo, como se dice, la razón; la nación y la ciencia.

¡Oh! ¡la ciencia! Todo se ha retomado. Para el cuerpo y el alma, el viático, contamos con la medicina y la filosofía, los remedios de buenas mujeres y las canciones populares arregladas. ¡Y los entretenimientos de los príncipes y los juegos que ellos prohibían! ¡Geografía, cosmografía, mecánica, química!...

La ciencia, ¡la nueva nobleza! El progreso. ¡El mundo marcha! ¿Por qué no habría de girar?

Es la visión de los números. Vamos hacia el Espíritu. Lo que digo es muy cierto, es oráculo. Comprendo, e incapaz de explicarme sin palabras paganas, quisiera enmudecer.

¡La sangre pagana retorna! El Espíritu está próximo, ¿por qué no me ayuda Cristo confiriéndole a mi alma nobleza y libertad? ¡Ay! ¡el Evangelio ha muerto! ¡el Evangelio! ¡el Evangelio!

Espero a Dios con verdadera gula. Soy de raza inferior por toda la eternidad.

Heme aquí en la playa armoricana. Que las ciudades se iluminen en la noche. He cumplido mi jornada; abandono a Europa. El aire marino quemará mis pulmones; me curtirán los climas perdidos. Nadar, pisotear hierba, cazar, sobre todo fumar; beber licores fuertes como metal hirviente, a semejanza de aquellos queridos antepasados alrededor de los fuegos.

Regresaré, con miembros de hierro, la piel ensombrecida, la mirada furiosa: por mi máscara, me juzgarán de una raza fuerte. Tendré oro: seré ocioso y brutal. Las mujeres cuidan a esos feroces lisiados reflujo de las tierras cálidas. Intervendré en política. Salvado.

Ahora estoy maldito, tengo horror a la patria. Lo mejor, es dormir, completamente ebrio, sobre la playa.

No se parte. Retomemos los caminos de aquí, cargado con mi vicio, el vicio que echó sus raíces de sufrimiento en mi flanco, desde la edad de la razón eque sube al cielo, me azota, me derriba, me arrastra.

La última inocencia y la última timidez. Lo dicho. No llevar al mundo mis repugnancias y mis traiciones.

¡Vamos! La marcha, el fardo, el desierto, el hastío y la cólera.

¿A quién alquilarme? ¿A qué bestia adorar? ¿A qué imagen santa atacar? ¿Qué corazones destrozaré? ¿Qué mentira debo sostener? ¿Sobre qué sangre caminar?

Cuidarse, más bien, de la justicia. La vida dura, el simple embrutecimiento,  levantar, con el puño reseco, la tapa del féretro, sentarse, sofocarse. Así, nada de peligros, ni de senectud: el terror no es francés.

—¡Ah! me encuentro tan abandonado que ofrezco a cualquier divina imagen mis impulsos hacia la perfección.

¡Oh mi abnegación, oh mi caridad maravillosa! ¡aquí abajo, sin embargo!

De profundis Domine, ¡si seré estúpido!

Cuando aún era muy niño, admiraba al presidiario intratable tras el cual se cierran siempre las puertas de la cárcel; visitaba los albergues y las posadas que él había santificado con su presencia; veía con su idea el cielo azul y el florido trabajo del campo; husmeaba su fatalidad en las ciudades. El era más fuerte que un santo, más sensato que un viajero y él, ¡sólo él! como único testigo de su gloria y de su razón.

En las rutas, durante las noches de invierno, sin techo, sin ropas, sin pan, una voz oprimía mi corazón helado: "Debilidad o fuerza: hete aquí, es la fuerza. No sabes a dónde vas ni por qué vas, entra en todas partes, responde a todo. Como si fueras un cadáver ya no te podrán matar." A la mañana tenía una mirada tan extraviada y un aspecto tan muerto que aquellos que encontré quizá no me hayan visto.

En las ciudades el fango se me aparecía súbitamente rojo y negro, como un espejo cuando la lámpara circula en la habitación contigua, ¡cual un tesoro en el bosque! Buena suerte, exclamaba, y vacía un mar de llamas y humo en el cielo; y, a izquierda, a derecha, todas las riquezas resplandecientes como un millar de rayos.

Pero la orgía y la camaradería de las mujeres me estaban prohibidas. Ni siquiera un compañero. Me veía ante una multitud exasperada, ante el pelotón de ejecución, llorando la desgracia de que ellos no hubieran podido comprender, ¡y perdonando! ¡como Juana de Arco! "Sacerdotes, profesores, maestros, os equivocáis al entregarme a la justicia. Jamás pertenecí a este pueblo; nunca he sido cristiano; pertenezco a la raza que cantaba en el suplicio; no comprendo las leyes; carezco de sentido moral, soy una bestia: estáis equivocados…"

Sí, tengo los ojos cerrados a vuestra luz. Soy una bestia, un negro. Pero puedo ser salvado. Vosotros sois falsos negros, vosotros: maniáticos, feroces, avaros. Mercader, tú eres negro; magistrado, tú eres negro; general, tú eres negro; emperador, vieja comezón, tú eres negro: has bebido un licor sin impuesto, de la fábrica de Satanás. —Este pueblo se inspira en la fiebre y el cáncer. Inválidos y ancianos son tan respetables que piden que los hiervan. Lo sagaz es abandonar este continente, donde ronda la locura para proveer de rehenes a esos miserables. Yo entro en el verdadero reino de los hijos de Cam.

¿Conozco tan siquiera la naturaleza? ¿me conozco? Basta de palabras. Sepulto a los muertos en mi vientre. ¡Gritos, tambor, danza, danza, danza, danza! Ni siquiera vislumbro la hora en que, al desembarcar los blancos, me precipitaré en la nada.

¡Hambre, sed, gritos, danza, danza, danza, danza!

Los blancos desembarcan. ¡El cañón! Hay que someterse al bautismo, vestirse, trabajar.

He recibido el golpe de la gracia en pleno corazón. ¡Ah! ¡no lo había previsto!

Yo no hice el mal. Los días me serán leves, se me ahorrará el arrepentimiento. No habré padecido los tormentos del alma casi muerta para el bien, por la que asciende la luz severa como los cirios funerarios. El destino del hijo de familia, féretro prematuro cubierto de límpidas lágrimas. Sin duda el libertinaje es estúpido, el viuo es estúpido; hay que dejar a un lado la podredumbre. ¡Pero el reloj no habrá llegado a dar más que la hora del puro dolor! ¡Me raptarán como a un niño para jugar al Paraíso en el olvido de toda desdicha!

¡Pronto! ¿hay otras vidas?  El sueño en la riqueza es imposible. La riqueza fue siempre un bien público. Unicamente el amor divino otorga las llaves de la ciencia. Veo que la naturaleza es sólo un espectáculo de bondad. Adiós quimeras, ideales, errores.

El razonable canto de los ángeles se eleva del navío salvador: es el amor divino. ¡Dos amores! puedo morir de amor terrestre, morir de abnegación. ¡Dejo almas cuya pena se acrecentará con mi partida! Me has elegido entre los náufragos; los que quedan ¿no son acaso mis amigos?

¡Sálvalos!

Me ha nacido la razón. El mundo es bueno. Bendeciré la vida. Amaré a mis hermanos. Estas ya no son promesas infantiles. Ni la esperanza de escapar a la vejez y a la muerte. Dios hace mi fuerza, y yo alabo a Dios. 

*

El hastío ya no es mi amor. Las iras, el libertinaje, la locura, de la que conozco todos los impulsos y los desastres, todo mi fardo está depositado. Apreciemos sin vértigo la extensión de mi inocencia.

En adelante seré incapaz de reclamar el consuelo de una paliza. No me creo embarcado para unas bodas donde Jesucristo es el suegro.

No soy prisionero de mi razón. He dicho: Dios. Quiero la libertad en la salvación: ¿cómo alcanzarla? Los gustos frívolos me han abandonado. Ya no necesito ni abnegación ni amor divino. No echo de menos el siglo de los corazones sensibles. Cada uno tiene su razón, su desprecio, su caridad: yo conservo mi sitio en la cumbre de esta angelical escala de buen sentido.

En cuanto a la felicidad establecida, sea o no doméstica... no, no puedo. Soy demasiado débil, demasiado disipado. La vida florece por el trabajo, vieja verdad: en cuanto a mi vida no es lo bastante pesada, y vuela y flota lejos muy por encima de la acción, ese adorado punto del mundo.

¡Cómo me convierto en solterona al fallarme el coraje de amar a la muerte!

Si Dios me concediera la calma celestial, aérea, la plegaria como a los santos de antaño. ¡Los santos, fuertes! ¡los anacoretas, artistas como ya no hacen falta!

¡Perpetua farsa! Mi inocencia podría hacerme llorar. La vida es la farsa en que participamos todos.

*

¡Basta! He aquí el castigo. ¡En marcha!

¡Ah! ¡los pulmones arden, zumban las sienes! la noche rueda en mis ojos, ¡con este sol! el corazón... Ios miembros...

¿A dónde vamos? ¿al combate? ¡Yo soy débil! los otros avanzan. ¡Las herramientas, las armas... el tiempo!...

¡Fuego! ¡fuego sobre mí! ¡Allí! o me rindo. ¡Cobardes! ¡Me mato! ¡Me arrojo a las patas de los caballos!

¡Ah!…

—Me habituaré.

Eso sería la vida francesa, ¡el sendero del honor!

ARTHUR RIMBAUD.



lunes, 30 de julio de 2012

Cuando me veas barbón...




Cuando me veas barbón 
y usando suéter cachemir 
no te acerques 
no digas nada 

ando mal 

traigo caspa en los ojos 
lagañas en las manos 
mocos en la boca 
escurrimientos en el corazón 

Entonces soy el cerebro 
cansado de pensar 

El alma inservible 
del viejo transistor 

El perro abandonado 
por la niña de labios rojos 

Y soy también 
todo lo idiota que puedas imaginar. 

Cuando me veas caminando 
y hablándole a la calle 
no te acerques 
no me llames 

ando mal 

Se me ocurre matar 
a la señora del peinado raro 

al estudiante de zapatos blancos 

a la muchacha que ríe y ríe y ríe 

Se me antoja morir 

a las cinco de la tarde 

a las diez de la mañana 

el lunes el martes el miércoles 

y los días de guardar 

Se me olvida tu nombre 
tu cara 
Se me olvida lo que te dije ayer 
cuando te quería 

Cuando me veas sentado 
enfrente de tu casa 
llama a la policía 
Saca el cuchillo cebollero 
Y vigila tras la cortina 

Ando mal 
y estoy pensando 
en subirme a tu cuerpo 
morder tu cabello 
lamerte las manos 
chuparte la boca 
romperte el vestido 
y quedarme pegado a ti 
así 
todo el día 

Llama a los vecinos 
Al presidente de colonia 
Al diputado Barraza 
A los ángeles azules 
A san Benito 
A san Cuauhtémoc 
A san Nicolás 

Llama al imbécil ese que tanto te gusta 

Ando mal 
y estoy pensando. 

Cuando me veas leyendo 
un libro de forros desgastados 
huye despavorida: 

un cadáver exquisito 
me está enseñando 
a odiar al mundo 
con minucia selectiva 

Me está diciendo 
que todo se repite 

una y otra vez 
una y otra vez 
una dos tres 

Me está poniendo en la cabeza 
pájaros moribundos 
asteroides destrozados 
kilos de ceniza 
chapopote burbujeante 
y gordas cucharadas 
de inanición 

Entonces soy todos los defectos de la Historia 

La garantía vencida el mes pasado 

El agujero a donde se te fue la risa 

El cumpleaños en que nadie tocó a tu puerta 

La sensación 
de no estar haciendo 
algo bueno 
con la vida 

Soy algo informe 
que te informa 
de lo que nunca te querías enterar... 

Pero si un día me ves esperando 
a que pase un taxi 
cerca de la madrugada 
y respondo a tu saludo 

detente 
abre la puerta 
invítame a subir 
llévame a casa 
y platícame sin prisas 
cómo es que te va 
Pasaremos un buen rato 
recordando aquella vez en que…


Fernando Paredes.

domingo, 29 de julio de 2012

Día de un diario ó vulgarmente hablando, la mierda de siempre...

Now I've got that feeling once again
I can't explain you would not understand
This is not how I am…



Comfortably Numb. Pink Floyd





Los días se habían tornado más lentos, mucho más lentos de lo habitual tras su partida, ó quizás mi partida, las visitas al café, incluso el mismo café, las cervezas no sabían igual.


Sentía de alguna manera como mi mente se iba trastornando, deteriorando con el paso del tiempo, en el andar presuroso de las personas no veía más que flechas, vectores que "jalaban" a las personas sin alma (ante mis maltrechos ojos, mi maltrecha percepción) siempre presurosos de un punto a otro, con una violencia tal que reflejaba la misma teoría vitalista-adaptativa; el débil perece, ¡así sea! (Nietzsche quizás se ectasiaría),  gente presurosa por llegar a sus destinos, la señora que sáca sus monedas de forma desesperada y las deposita en el contador para ingresar al metro, el hombre atropellado en la avenida por no cruzar por el puente y el tráfico que produce, y la parte de masa encefálica que dona al pavimento como si este la necesitara, la pelea del hombre del mini bús con el hombre del volkswagen por no cederle el paso y además haberle rayado toda la madre los ridículos puñetazos que al aire arrojan como boxeadores sin paga, y porsupuesto la gente chismosa.


Me parecía la vida tan hilarante, todo parecía ser como un perfecto juego de caos un infierno magistral, del cual yo no quería ser partícipe, pretendía ser un ente extrínseco, meramente contemplativo, desgraciadamente me veía inmerso en dicho ciclo           a-huevioristicamente hablando.


Todas las actividades me parecían absurdas, de alguna manera me burlaba de los demás. Al hacer una introspección, las mismas de cada noche, traté de mirarme desde fuera, verme, tratar de percibirme como si fuera mi vecino, ó una persona rara. Pensé que jodido,  que loco estoy, siempre con la mirada fija en el horizonte, y con la misma ropa sucia.


El hecho de hacer la vida rutinaria, trabajar hasta ocho horas, tres comidas al día aunque no se tenga hambre, ó se tenga demasiada, ganar algún dinero, para comprar. ¿Comprar?, si todo lo que quería era tan sólo estar postrado, descansando, no mover ni un solo dedo, pues sentido no le encontraba.


Los fines de semana salir y beber un poco de cerveza por los bares de la ciudad de manera "responsable", hasta que pasaban unas 4 ó 5 rondas, dicha manera responsable se transformaba en exceso (como siempre), en el exceso de todo, el enfado y el castigo por el desenfreno, la resaca, y el temblor, el asco, la sed insaciable, el levantarme y ser el mismo pero odiándome por el olor a tabaco que mis dedos emanan, y el ligero ardor en el pecho, y el asco, dejar de ser alcohólico por unas horas mientras pasaba la "cruda", y después a curarla.


Las visitas a las librerías me reconfortaban, también a las licorerías, me hacían sentir como un pequeño en una dulcería, ó como el viejo cansado en una funeraria gratuita, en un país con eutanasia legalizada, y suministros de morfina, fumaderos de opio, ó algunas libras de marihuana para el Glaucoma, la lectura de algunos poetas, malditos poetas trastornados, me daban algún refugio, como si perteneciera a dicha clase, ó dichos versos los hubiese escrito en una anterior vida, y la ingle se me hubiese llenado de sífilis de esas visitas que hice ahogado en alcohol en la etapa moderna a diferentes prostíbulos en Francia, noches heroicas que tuve en las cuales morí y resucité, para después suicidarme en el sueño más apacible, y despertar de nuevo.


Intenté retomar el cigarrillo, el budísmo, y el veganismo, las falsas meditaciones, los libros de auto ayuda al mero estilo hastiante y ridículo de Cohelo, tras una profunda ansiedad que comencé a sentir, me comenzaba a esclavizar, a martirizar el pensamiento, al reflexionar siempre qué era de mi vida, y qué había sido de mi muerte, ya que siempre me he sentido un poco fatigado por no recordarla, mi mala postura lo demuestra, como si quisiera besar tristemente la tierra, y por horas allí quedarme.


Qué pitos de escritura, qué hacer si todo es tan sólo un momento, y la vida es tan chingada, al menos para mí que correría con mala suerte si me tomo una gran dosis de diazepam mesclado con un poco de alcohol para la cena, sé y tengo la certeza de que sólo despertaría con un gran dolor de cabeza y con eso que llaman cruda moral, y el asco de nuevo.


Ahora me recuesto sobre mi cama, se hace noche, tengo sueño, es hora de mandar el mundo al diablo, y pensar, y rogar porque la muerte sea como un coma inducido por morfina, ó al menos como una de esas muertes que en vidas pasadas tuve…


viernes, 27 de julio de 2012

HEAUTONTIMORUMENOS


He de golpearte sin cólera,
igual que Moisés la roca,
hasta que brote de tus párpados
el agua para mi boca.

Navegaré mi deseo
en tu llanto; sonarán
como un tambor tus sollozos
batiendo su rataplán.

¿No soy un acorde falso
de una bella sinfonía,
mientras me sacude y muerde
esta voraz ironía?

Ella es sangre de mi sangre
y de mí mismo el reflejo.
La furia en mí se contempla,
yo soy su siniestro espejo.

Soy la herida y el cuchillo,
soy el esclavo y el yugo,
el penado y la prisión,
la víctima y el verdugo.

De mi propio corazón
condenado a ser vampiro,
a reír sin más razón.
Risa que, al fin, es suspiro.

Baudelaire.

lunes, 23 de julio de 2012

Alguna realidad, ó la de pocos...

Que pretensión más grande esa de poner mi nombre al final de lo que he escrito, y no obstante hasta fecha le pongo,



Jeeee, que pretensión más grande esa que borrar lo que ya he escrito, con todo y la fecha, sintiendo que lo que en el presente escribo es mejor, y será mejor que lo anterior, y aún así seguir escribiendo…


Así, así mismo supongo después de todo pasa con todo lo que por realidad tenemos, ó concebimos como real, el alimento, la comida el alma, nos creamos, y creamos todo para después eliminarlo todo, descrearnos creyendo alcanzar la perfección, ó al menos pretender serlo, haberla alcanzado, después de todo, todo acto se reduce a pretender y nunca alcanzar, después de todo creo que somos la tendencia, ese espacio inacabado, de lo a medias, la mediocridad con grandes aspiraciones, de momentos de perfección y de imperfección, de felicidad y de tristezas, de vida y muerte, de gordura y flaqueza, de  riqueza y  pobreza, de guerras malas y buenas,  nunca del absoluto, mucho menos de la estabilidad, siempre el hambre, siempre el exceso…


Tarde lo he entendido.

Ahora después de mucho, sé que he perdido mucho tiempo de mi vida, me he arrepentido por haber dejado de fumar...

Quizás al final veamos, ó nos percatemos que todo fue un tipo de tabaquería proveniente de sueños nihilistas que descansan y se sumergen en lo más complicado y profundo del ser, tabaquería análoga a la que Pessoa vislumbró en algún entonces...

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
 Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
 dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.



Fernando Pessoa.

domingo, 1 de julio de 2012

Adiós. Arthur Rimbaud


¡El otoño ya! ¿Pero por qué añorar un eterno sol, si estamos empeñados en el descubrimiento de la claridad divina, lejos de las gentes que mueren en las estaciones?
El otoño. Nuestra barca, alzándose en las brumas inmóviles, gira hacia el puerto de la miseria, la ciudad enorme con su cielo maculado de fuego y lodo. ¡Ah, los harapos podridos, el pan empapado de lluvia, la embriaguez, los mil amores que me han crucificado! ¡De modo que nunca ha de acabar esta reina voraz de millones de almas y de cuerpos muertos y que serán juzgados! Yo me vuelvo a ver con la piel roída por el fango y la peste, las axilas y los cabellos llenos de gusanos y con gusanos más gruesos aún en el corazón, yacente entre desconocidos sin edad, sin sentimiento... Hubiera podido morir allí ... ¡Qué horrible evocación! Yo detesto la miseria.
¡Y temo al invierno porque es la estación de la comodidad!
A veces veo en el cielo playas sin fin, cubiertas de blancas y gozosas naciones. Por encima de mí, un gran navío de oro agita sus pabellones multicolores bajo las brisas matinales. Yo he creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. He tratado de inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Yo he creído adquirir poderes sobrenaturales. ¡Pues bien! ¡Tengo que enterrar mi imaginación y mis recuerdos! ¡Una hermosa gloria de artista y de narrador desvanecida!
¡Yo! ¡Yo que me titulara ángel o mago, que me dispensé de toda moral, soy devuelto a la tierra, con un deber que perseguir y la rugosa realidad para estrechar! ¡Campesino!
¿Estoy engañado? ¿Sería para mi la caridad hermana de la muerte?
En fin, pediré perdón por haberme nutrido de mentira. Y vamos.
¡Peto ni una mano amiga! ¿Y dónde conseguir socorro?

Sí, la nueva hora es, por lo menos, muy severa.
Pues yo puedo decir que alcancé la victoria: el rechinar de dientes, los silbidos de fuego, los suspiros pestilentes, se moderan. Todos los recuerdos inmundos se borran. Mis últimas añoranzas se escabullen celos de los mendigos, de los bandoleros, de los amigos de la muerte, de los retardados de todas clases. ¡Si yo me vengara, condenados!
Hay que ser absolutamente moderno.
Nada de cánticos: conservar lo ganado. ¡Dura noche! La sangre seca humea sobre mi rostro, y no tengo cosa alguna tras de mí, ¡fuera de ese horrible arbolillo!... El combate espiritual es tan brutal como las batallas de los hombres; pero la visión de la justicia es sólo el placer de Dios.
Entre tanto, estamos en la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y de real ternura. Y a la aurora, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades.
¡Qué hablaba yo de mano amiga! Es una buena ventaja que pueda reírme de los viejos amores mentirosos, y cubrir de vergüenza a esas parejas embaucadoras -he visto allá el infierno de las mujeres-; y me será permitido poseer la verdad en un alma y un cuerpo.