A las afueras de la estación me
encontré con una señora, llevaba consigo a su niño pequeño, a ambos se les
miraba desalineados y hambrientos,
¿Por qué siempre la vida había de tender a
ser injusta?... Siempre hay alguien que debe correr con mejor suerte.
Súbitamente
pensé que la suerte no era más que un juego, que era relativa como todas las
cosas últimamente, según se le viera: Había quienes poseían dinero, pero no
salud, había quienes poseían salud, pero
no dinero, había quienes poseían ambas y no lo aprovechaban, si se pudiese ponderar de manera objetiva, yo ¿por qué habría optado? Quizás por ambas, y por
erradicar de manera perpetua el dolor, el sufrimiento...
Absorto en aquellos pensamientos
llegué finalmente a mi destino, llegué al café Hemingway. Nunca he sido buen
bebedor, así que esperaba con tres pintas quedar conforme, pensé que después
tomaría ahí mismo la comida, quizá una sopa de tortilla ("especialidad de la
casa"), o iría a casa a prepararla por mi cuenta.
Al llegar me recibió la amable
camarera como siempre solía hacerlo, aunque se le veía sumamente atareada... Pase y tome asiento jóven, me interpeló.
Desafortunadamente el asiento que daba frente a la
Guernica que había pintado Gonzalo yacía ocupado por dos jóvenes. Una pareja
aproximadamente de mi edad, la chica era guapa, pero el chico era un chico bajo y orejón. Me surgió la pregunta de
pronto si yo me consideraba a mí mismo atractivo. Supuse que todos nos
sentíamos de alguna manera estéticamente no tan mal, de otra forma salir a la
calle siempre se dificultaría.
Mirar a aquellos jóvenes me hizo
recordar un poco el pasado, me era inevitable.
No tuve otra opción, opté por
sentarme frente al televisor, así al menos parecería que acudía a aquél lugar a
tomar un par de pintas bajo el pretexto de que en tv pasaban un partido en vivo
de Barca contra Milan final al parecer de la liga de campeones.
¿Qué le sirvo joven? Interrumpió
la camarera
Me puede traer una cerveza por
favor dije, y continué mirando el partido. En esa ocasión la camarera a parte
de la pinta me trajo cacahuates para acompañarla. Cortesía de la casa joven, dijo
Gracias, sonreí
A pesar de no tener hambre, el
efecto del alcohol de la cerveza de alguna manera me dictaba que debía comer
cacahuates, y los cacahuates me daban más sed, así que estaba dale que te pego
con la cerveza.
Aquél breve instante, incluso no estar mirando la pintura de
Gonzalo colgada sobre la pared del café me distrajo de todas aquellas
situaciones tan poco gratas que habían estado pasando últimamente.
Al mirar el partido recordé
también que existen también otras formas de arte, al ver al astro del futbol
argentino Leonel Messi cómo recorría todo el campo cual amo y señor de la
pelota. Recordé de pronto el golazo ante el Getaffe que emuló al gol que hizo
Maradona contra Inglaterra, vaya tipo. Desafortunadamente el tiempo era
inevitable, cómo sería el tiempo para un deportista, que de pronto se va dando
cuenta que pierde sus habilidades, que de pronto se percata que lo que hacía el
día de ayer ya no lo puede hacer más, debe ser terrible.
El partido terminó 0-0 yo ya me
había tomado 4 pintas, iba por la quinta en la tanda de penalties.
Los
penalties también fueron sumamente cerrados aunque la escuadra del A.c Milan se
miraba más inexperta. De tener la posibilidad o si se hubiese dado la situación
hubiese apostado obviamente por el barca, pero esto es lo maravilloso de los
deportes, que a menudo pueden estar dominados no más que por el azar.
Se hacía
close up a españoles, a italianos en el estadio, a todos ellos sin distinción
se les miraba rezando ¿Le rezarían al mismo dios? ¿a quién le haría más caso
dios? Quizá le rezaban al mismo dios, también todos en el equipo mientras
esperaban el dictamen, el resultado final; rezaban, lloraban, se abrazaban.
Messi era el último en tirar, el destino estaba en sus manos. No sé por qué
pero mientras caminaba hacía el área para acomodarse la pelota tuve el
presentimiento de que fallaría, una corazonada, casi una obviedad de esas que
dejan a uno sin esperanzas.
Me preguntaba a dónde iría a parar el balón.
El balón ya estaba en su
posición, listo para ser pateado, Leo solía cobrarlos a las orillas por abajo,
quizás se pasaría un poco más de fuerza o dirección y la pelota terminaría
totalmente fuera.
Acá iba, un paso tras otro, el portero soltó su cuerpo hacia
la derecha, pero leo engañó con un penalti cobrado a sangre fría a lo panenca,
el penaltie fue lento, todo mundo esperaba expectante, incluso los ancianos que
se encontraban jugando al dominó y que parecía no importarles. Parecía que
pasaba toda una eternidad en lo que bajaba el penalti, el portero desde el
suelo tratando de incorporarse miraba la trayectoria del balón. El balón por
fin impactó el travesaño, bailoteó un poco sobre él y finalmente salió, aquél
magnifico tiro jamás se transformaría ya en gol.
Pronto a través de la transmisión
vimos a unos españoles abatidos, y por el contrario a unos italianos felices.
La moneda se había arrojado, y la suerte había beneficiado a Italia. Quizás
dios le hizo más caso a los rezos de los italianos por ser ahí el lugar donde
tiene su magnífica residencia.
Pensé en el sentir del astro,
jugar un partido magnífico para en un instante echar todo a perder, aquello era
como una enfermedad súbita, como la enfermedad de maría madre de Gabriela, uno
está espléndido, de repente a uno le detectan algo y de pronto todo parece
venirse abajo.
Las personas al finalizar el
partido se quedaron un poco anonadadas, ya me imaginaba al menos tendrían un
tópico ya del cual hablar en momentos incómodos como si fueran expertos en la
materia.
Los chicos que ocupaban la mesa
frente a la pintura de Gonzalo se habían retirado. Decidí cambiar de mesa, ya
que aquella era mi mesa predilecta en aquél lugar.