Estoy vacío de extremo a extremo y la sigiliosa muerte en
pantuflas me sigue quitando el sueño, una cucaracha se ha aposentado justo en
la pared que colinda con el extremo de la cama y ahí la dejo para que como
ángel anónimo me cuide, aunque con la suerte que corro no dudo que ése Gregorio
bata sus alas, llegue a lo más profundo de mi existir y me inyecte con el
apacible veneno del tedio.
Estoy vacío aún después de las ocho tazas de café y la
cajetilla diaria, me gusta el humo del cigarro pues se dialectiza con mi yo,
una vez dentro y me va dejando poco a poco cada vez más vacío, ¿quién consume a
quién?
No sé, en ocasiones pienso que la vida sería más fácil si
las cosas fueran más fáciles, si uno pudiera vivir plenamente después de ser
brutalmente atropellado, si como cola de lagarto después de un episodio abrupto
las cosas se restauraran, pero todo desafortunadamente tiene una continuidad…
Soy malo con los videojuegos, precisamente por ello me
gustan, son lugares en los cuales puedo ser malo, en fin puedo ser yo sin necesidad de temer. Pero
desgraciadamente todo tiene una continuidad. Apago el súper mario, enciendo el
televisor, y me percato que ha pasado el tiempo, ya existen juegos “bien acá,
con cosas bien allá” levanto mi gordo trasero del puff, miro al espejo, veo un
rostro gordo como el sol o la luna, esbozo de inmediato una sonrisa, pues
después de todo me percato no estoy tan vacío…