domingo, 24 de junio de 2018

Lo novedoso (Las cosas que se pierden siglo tras siglo)


La novedad es atractiva, precisamente por su apóstrofe; “lo novedoso”,  es deber a cada momento aperturar nuevas obras apenas caiga el telón si uno desea vivir.

La divergencia de la novedad ocurre cuando lo novedoso se torna uniforme:
Hay quienes se encuentran gustosos dentro de una atmósfera de cotidianidad, levantándose yéndose y regresando, eso me resulta en absoluto nada atractivo. Existen novedades cuyo apelativo más preciso es “la moda”, y que desdeño.

No sé, para mí lo ideal sería uno levantarse,  levantarse súbitamente con una forma animal, o simplemente levantarse, despertar con la certeza de que todo aquello que anteriormente aterraba, simple y llanamente se ha esfumado, a excepción de las buenas cosas que como ruinas no protegidas, aún en nuestros días se debaten por seguir;

  • Buena Literatura (Joyce, Cervantes, Proust)
  • Buena Música (Bach, Debussy, Spinetta, Mingus, Coltrane, Pérez Prado, Dolphy)
  • Buena Cerveza (Cualquiera que no sea de la cadena Cuauhtémoc Moctezuma)
  • Buenas Costumbres (Cortesía)
  • Buenos deportistas (Jordan, Bonds, Pippen, Maradona, Ronaldinho)
  • Buen Café (Afortunadamente el país aún produce buen café de grano)
  • Buenas Personas (Cada vez menos)…


Cabe señalar que un servidor es en absoluto nada novedoso, con decir que si en mi habitación no encuentro en su sitio el zapato del cual me despojé durante la noche, de plano no me levanto…

sábado, 16 de junio de 2018

Isla


La nostalgia de momentos de antaño, por los cuáles transitamos y de ello solo queda nuestra lúgubre sombra, vestigio del paso del tiempo. El infierno de los lugares comunes, en que ya no es posible coincidir más con el ser querido.

¿Quién sigue? ¿Qué seguirá en ésta ruleta de naderías?, el tiempo ahoga, se agota y nos agota, nos exprime día tras día para posteriormente volver a iniciar. Mis pies como cimientos de viejas edificaciones pretenden ceder, huyo del tumulto, me refugio en mi pensamiento, y en mi pensamiento encuentro exactamente lo mismo; ¡horror de la temporalidad!

Soy actualmente para mí un desconocido, y no está decir que las cosas que pasan me resultan extrañas, no de una manera esquizofrénica, sino extraño aludiendo a lo ajeno, por no quererlo, extraño de una manera frustrante. Yo que creí que todo lo cambiaría, tiendo a repetir la historia, la historia perpetua…

Me aterra el futuro, por no tenerlo, por no quererlo. 

El instante no existe, a cada momento se cuela, sin embargo no puedo hacer otra cosa sino pensar en ello; El futuro…

Han pasado ya 50 años, y yo no hago sino seguir en ésta isla de tedio, mi brújula se ha perdido, 50 años, 4 párrafos, y con certeza aún no sé qué hacer…



viernes, 8 de junio de 2018

Mal Servicio


Arlés café era o mejor dicho sigue siendo un pequeño local al centro de la ciudad que como su nombre lo dice el giro principal es ser cede de personas aficionadas al café; de ancianos adictos al café que acuden con el pretexto de socializar, o algunos otros que acuden a socializar con el pretexto de beber café y quizás ni les gusta, en fin, viejos de mierda…

Aquél tétrico día, aquél lugar, albergue de ancianos dejó de ser tomado en cuenta por mí, aunque a pesar de las pocas veces que fui me sentía verdaderamente cómodo, el servicio siempre había sido bueno, si bien las meseras no eran atractivas, pero sí amables y con vocación, cosa que es difícil encontrar hoy en día en los restaurantes de la ciudad en general.

Fue una tarde lluviosa en el mes de agosto cuando llegó a la galería de aquél lugar una nueva pintura, y fue puesta justo enfrente del lugar en el que yo me sentaba.

De alguna manera yo sabía que quizás no les caía bien a los ancianos porque después de todo imaginaba que envidiaban mi vida cuando a la par pensaba que muchos de ellos estarían a punto de ser frecuentados por la muerte, si no es que ya tuviesen algunas experiencias en el tema.

Pero lo que no sabían ésos cabrones es que mi vida era solo un bife en un asadero, al igual que la de ellos, es decir, una mierda…

Me daba gusto imaginar a algunos de ellos diabéticos, otros con sus tanques de oxígeno, ahí los veía, mirándome a lo lejos con odio al ritmo de su lento respirar. En fin yo trataba de ignorar y sumergirme en el libro que llevaba y en la taza de café que bebía mientras reproducía las palabras del proceso. Pero esa imagen no dejaba de verme, no dejaba concentrarme ese retrato cuyo nombre supe días después: “Las meninas”.

Dicho retrato consistía básicamente en una familia victoriana que mira a uno con profundidad y burla, al igual como me miraban aquellos odiosos ancianos, al punto de ya no saber si uno está fuera o dentro del retrato, si uno no está más que en un marco colgado en alguna pared que encierra la realidad, la realidad que yo habito y que me lleva a odiar a los ancianos al igual que sus estúpidas miradas indagadoras.

Creí que sería pertinente no dejarme abatir por aquellos viejos, que yo ganaría esa guerra sucia inexistente, que no dejaría de frecuentar Arlés y su exquisito café turco, que las miradas y risillas de los viejos no me importarían, al igual que las miradas en aquél cuadro que me llevaban a cuestionarme mi propia realidad. Pero aún contra mi voluntad y mi determinación no fue así, mis estancias en aquél café se fueron haciendo cada vez más efímeras, ya no podía concentrarme en la lectura y el café que tanto me gustaba comenzaba a saberme a todo, menos a café, cosa increíble para mí. Cuando abandonaba aquél lugar los viejos soltaban una risilla general mofándose tal vez de mí, que comenzaba por fin a ceder ante su deseo de no verme más por allí.

Aunque dejaba buenas propinas de más del 20% el servicio se empezó a tornar malo para mí, las camareras que atendían aquél lugar se veían cada vez más cansadas y si me saludaban, lo hacían con desgano.

El último día que acudí al Arlés decidí hacerlo acompañado por una compañera de la especialidad en psicoanálisis, yo no tenía interés alguno en ella más que en el de su compañía, ante la adversidad que vivía cada vez que frecuentaba aquél sitio.

Aquél día me pareció raro, el cuadro de las meninas había desaparecido, sentí una gran curiosidad por su ausencia que no quise alentar más, quizás simplemente dicho cuadro había sido vendido. En esa ocasión al entrar acompañado por Esperanza mi compañera, todo fue diferente, era como si yo le hubiese ganado la guerra a los viejos, o ellos me hubiesen ganado a mí pues ya no era yo más motivo de su apreciación. Recapitulé, al entrar me sentí por competo un fantasma comparado con otros días, simplemente echaron una mirada y siguieron en sus asuntos bebiendo café y jugando al dominó.

Ese día duramos en aquél antro más de dos horas aproximadamente charlando asuntos de la vida, y otros tópicos relacionados con la especialidad que cursábamos, sorprendentemente el servicio fue excelente, al terminar nuestras bebidas esperanza me dijo que debía ir al baño. Entró y yo la esperé mientras pedía la cuenta. Me sorprendió cuando la mesera regresó con la nota, en ella estaba grabada la pintura las meninas, eché un vistazo a los viejos, y ellos estaban mirándome, exactamente como antes, de una manera odiosa y despectiva me arrojaban la mirada del hombre victorioso que ha vencido a su contrincante, esa mirada que debió arrojarle Marco Bruto a Julio César antes de traicionarlo.

Dejé el dinero de la cuenta en la mesa, aunque en la nota no nos cobraban, y salí de aquél lugar sin Esperanza, no la vi otro día de nuevo, no la volví a ver…



domingo, 3 de junio de 2018

A 94 años de la Muerte de Franz Kafka...


Ahí va con sus patas y su par de antenas que sepa qué diablos transmitan, y con solo la convicción de no ser otra, o de no perpetuar el clisé de nuestro siglo, de no ser Gregorio Samsa.

Su origen y su fin es desconocido, hay quienes arguyen el destino de éstas inocentes e infames criaturas puede superar al del mismo universo. Víctimas del folclore que las han hecho consumidoras de marihuana y de las pestilentes industrias, sigue la cucaracha su rumbo, con su paso meditabundo, pero seguro.

¿Y qué susto no le han hecho pasar a una mujer en plena ducha?, batiendo sus alas sincronizada a la amenaza de los vapores de la regadera.

Me pregunto ¿Qué cosas habrán visto? Testigos involuntarios, testigos mudos, cuerpos devastados en cañerías, escenas eróticas en moteles, infamias y corrupciones mundiales.

Hay quienes argumentan que su desarrollo no llegó a la plétora esperada, se conocen 500 géneros de su especie, sin embargo a cada momento por diferente que sea, parecerá siempre  ser la misma.

A la par que la miro transitar me pregunto ¿por qué Gregorio Samsa no quiso ser cucaracha?, ¿qué aspecto de tan peculiares insectos le resultó tan ominoso a Kafka para rechazarlos?…

A mí en cambio, me gustaría ser un bicho de esos, tener la capacidad de soportar una guerra nuclear, irrumpir de súbito en un prestigioso banquete, y aun mejor; poder vivir por meses sin cabeza, en especial los calurosos…


En memoria del gran Escritor que fue el Austriaco...
(1883-1924)