Creí por un momento saber e incluso haber mirado mi
objetivo, apenas dirigí mi vista hacia otro lugar lo perdí. Hoy pongo en una
balanza todas mis creencias, si bien antaño mi certezas tenían más peso, ahora
mis incertidumbres se las llevan por defecto. No creo en nada, ni en mi, en mi
vida o muerte, pues mi estado es el de lo mediano, el de no saberse vivo o
muerto. No tengo más por qué luchar sino por ésta esta cerveza medio vacía, por
ella rezo para que nunca se acabe, me aferro a cada gota, a cada trago, pero no
la retengo. Conforme acaba, la botella cada vez más vacía llega por fin la
ensoñación y espero entonces al siguiente día…
Lo empiezo a comprender todo, el tiempo nos sobrepasa y no
hay nada que podamos hacer.
¿Y qué viene al siguiente día sino precisamente lo mismo?,
lo habitual, el habituarse, ¿te has preguntado cuán fácil es encontrar a una
persona? Solo falta salir, echar un
vistazo y he ahí, el mismo y nostálgico anciano que nunca alcanza el camión
tratando de llegar a su destino. Siento lástima por él debo aceptarlo, así como
él siente repugnancia por mí, porque no represento su ideal de vida, “viejo
borracho sin responsabilidades”, quiero creer por momentos que a quien odia es
a la misma banca sobre la cual me encuentro sentado en la vieja terminal, pero
no lo logro hacer, simplemente no lo puedo hacer. Y así pasa la vida en medio
de ésos antagonismos, en medio de ése sentimiento de odio al otro, ya imagíno
si dejara de ver al viejo algún día, o él dejara de verme ahí sentado en la
banca de la vieja estación de nueva cuenta por la mañana, yo lo más seguro si
no fuera tan cobarde correría al buró dónde papá solía guardar la colt, la
cargaría y me volaría los cesos, pero no puedo y eso precisamente me mantiene
en lo mediano, la duda de todo me mantiene en lo mediano, si tan solo fuera más
certero, si tan solo hubiese un objetivo para mí, o un dios que se adaptara a
mis necesidades todo sería más fácl.
Pero todo proyecto apenas le hecho un ojo se desvanece, ¿qué
queda? sino esperar…