Ya
déjate de mamadas decía mi abuela Margarita madre de mi madre cada vez que la
visitaba. Recuerdo que tenía “sus ungüentos de mariguana para sus dolores” bien
guardaditos. En mis tiempos de estudiante siempre me ví en la penosa y conchuda
necesidad de tomarle un poco de su mercancía para llenar mi pipa e irme muy
bien equipado a la facultad de ciencias políticas, no es porque fuera un
adicto, así como mi abuela la necesitaba para calmar sus dolores, yo también la
utilizaba para calmar mis dolores mentales ante tanta estupidez humana,
estupidez que miraba al atravesar toda
la ciudad para poder llegar al centro universitario al cual asistía.
Margarita
era una mujer íntegra, mi abuelo murió feamente atropellado después de una
larga jornada laboral aproximadamente por 1000 carros justo el día de mi nacimiento,
siendo reducido de este modo a mera estampa postal adornando de rojo carmesí el
pavimento, al menos eso me contaron los vecinos amarillistas, por eso me
llamaron como él, Jacinto.
Mi
madre estuvo casi a punto de abortarme, se puso realmente mal cuando se enteró
que mi abuelo había fallecido, razón por la cual me evacuó por su gorda y
voluptuosa barriga, no por su vagina…
El
trabajo siempre me ha parecido un mal para la sociedad y la libertad del
hombre, prueba de ello Jacinto mi abuelo, atropellado por estar cansado, el
trabajo la causa de todos los males, causa de que yo hubiese salido de una
barriga, y no de modo natural de una vagina.
…"Sáca la cabeza del culo y pónte a trabajar" me
decía mi abuela cada vez que la visitaba para comer en compañía de mi novia ó
mis amigos. Yo siempre portaba mis libros de Bakunin, de Mao tse tung, y a
huevo de Karl Marx (aunque para ser sincero no entendía ni madre alguna de
ellos), en espacios públicos, debo aceptar, con ellos bajo el brazo me sentía
más seguro, así como imagino deben sentirse las personas que portan camisas con
el emblema del che (se ven bien padres).
Ya
en la azotea de la casa de mi abue ponía en el alto parlante que
ahueviorísticamente me prestaba vinilos de los doors, mientras me echaba unas
caguas con los compas de la escuela, así dejaba ir los días.
Sí ella
renegaba (porque eso sí, no sabía renegar, y quejarse), yo rápidamente
argumentaba:
-.“¡Los
artistas no trabajan abuela!”
*.Eres
un cabrón mantenido, ya verás lo que es la vida, me decía…
Yo
lo ignoraba, hubiese sido mejor haber hecho caso. Aunque para ser sincero tenía
planeado morir joven, como esos rockstar´ s satisfechos a los 27 pasados de
dosis, pero ni para eso fui bueno.
Fue
pasando el tiempo, mi juventud, mi etapa de aprendizaje se fue con cada otoño
que veía transcurrir, con cada vecino ir y venir del trabajo, mientras yo me
quedaba rezagado en mi casa, ó los bares aledaños a la escuela según fuera el
caso. Las amistades se disiparon, algunos de mis amigos hicieron maestrías en
recreación y demás cosas por el estilo. Mi chica me dejó y yo hice nada. Yo caí
en una profunda depresión, traté de terminar con mi vida, intenté de todo,
desde pasar una noche completita en la azotea, hasta colgarme de la regadera,
lo único que logré fue darme un buen madrazo en la cabeza.
Actualmente
me arrojé desde un primer piso de aproximadamente dos metros de altura que no
me produjo algún relevante daño, sólo me
dejó en esta silla de ruedas haciéndome añicos toditita la cadera, y por
supuesto más inútil…