Podría pasar un
siglo y yo seguiría exactamente donde mismo. Con cada muerte la vida me ha
enseñado que no tiene nada deparado para mí, pues a pesar de mi corta
existencia me da por sentir a modo irracional que ya lo he visto todo, o al menos con precisión que no me queda ya
nada más por mirar.
Cuando cae el
telón todas las cosas van perdiendo el encanto, se van quedando sin ese
maravilloso pigmento que durante la niñez las teñía, en fin sin ese maravilloso
velo que las resguardaba, que a menudo nos engaña;
El mar, la
lluvia, el sol, los días, todo ha perdido la gracia, los caminos recorridos y
por recorrer sólo cansan incluso antes de iniciarlos. Siempre estamos donde
mismo, en éste pedazo de tierra.
Dicen que el
universo es inmenso, pero yo de eso no sé nada.
Y YO, YO… uno de los yoes, de tantos miles de millones
que han vivido, Yo el peor de la estirpe, el que intenta lo mejor, YO, como
esos millones que albergan esperanzas, sueños e ilusiones, que se empecinan por
vivir, que se aferran a la vida, ese YO de los tantos yoes que acabaré no en
otro, sino en el mismo lugar…