martes, 1 de mayo de 2018

No siempre hay días soleados...

Recuerdo con nostalgia aquellos tiempos antaño cuando pequeño, el verano se aproximaba. Cuando por vez primera en dicha estación del año, el cielo se precipitaba, las nubes comenzaban a juntarse en el horizonte, para posteriormente posarse sobre nuestras cabezas, y dejar fluir su contenido. La noche finalmente vencía al día y comenzaba el espectáculo; Por estruendorosa que fuera la tormenta no había nada que me horrorizara, de alguna forma sentía el cobijo de una fuerza equiparable a eso denominado dios la inmensidad, la fe o un estado hipermaniaco...

Hoy en día por desgracia he perdido lentamente la capacidad de soportar siquiera un día soleado, toda aquella omnipotencia  y ganas que de mí fluían, se han ido, con mi niñez se han ido, y no han dejado en mí más que un desierto que con el paso del tiempo afluye, crece, y se estanca con cada minuto que transcurre, para después lentamente ahogarme en un océano de incertidumbre donde solo quedó yo a la deriva esperando a que algo pase.

Supongo y debo, quiero creer todo sea como algunas de las frases trilladas que se suelen coloquialmente enunciar; "no todos los días son soleados", "hay momentos buenos, y malos", o "todo parte desde el punto en el que se mira"...

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