Al borde de la locura, ese era mi estado de ánimo señor
juez, pues no encontraba un par que se decidiera ir a trabajar. Los unos rotos,
los otros de seda y para acabarla divorciados, deseosos de acudir no a una
labor rudimentaria, sino a una reunión de la que ustedes consideran “alto
prestigio”.
No soy flojo, que quede claro ante nuestro señor jesuscristo,
y ante usted señor juez, a pesar de las desavenencias decidí irme a trabajar así
a “rais”, “sin gorro”, sin calcetines señor, así mero me fui a la obra y
aguanté, juro por dios que aguanté lo que pude, hasta que mis pies comenzaron a
sangrar a raíz de las rozaduras producidas por la fricción de la piel con el
duro calzado de trabajo.
Entonces allí le miré, con paso ágil y presuroso, sorteando
sobre aquellos mocasines lo accidentado del suelo, nuestro suelo, encontré a
uno de los suyos, un funcionario acá peopleisnice, o pipirisnais como usted
seguramente lo entenderá mejor…
Resumo para no aletargarlos.
Días antes cortaba con mi machete troncos del grosor de alrededor
de 10 pulgadas en menos de 5 segundos. En ese instante era un tiro certero para
mí, tendría nuevos calcetines al cortar así sin más las extremidades de aquel
funcionario.
Y ahora estoy acá, a merced de usted, del jurado, pero
feliz de tener finalmente mis pies cobijados.
El clima es frío…
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