jueves, 11 de octubre de 2012

Si hubiera de morir. Jaime Sabines



Si hubiera de morir dentro de unos instantes, escribiría
estas sabias palabras: árbol del pan y de la miel, ruibarbo,
cocacola, zonite, cruz gamada. Y me echaría a llorar.

Uno puede llorar hasta con la palabra “excusado” si tiene ganas
de llorar.

Y esto es lo que hoy me pasa. Estoy dispuesto a perder hasta las
uñas, a sacarme los ojos y exprimirlos como limones sobre la taza
de café. (“Te convido a una taza de café con cascaritas de ojo,
corazón mío.”)

Antes de que caiga sobre mi lengua el hielo del silencio, antes de
que se raje mi garganta y mi corazón se desplome como una bolsa de
cuero, quiero decirte, vida mía, lo agradecido que estoy, por este
hígado estupendo que me dejó comer todas tus rosas, el día que entré
a tu jardín oculto sin que nadie me viera.

Lo recuerdo. Me llené el corazón de diamantes -que son estrellas
caídas y envejecidas en el polvo de la tierra- y lo anduve soñando
como una sonaja mientras reía. No tengo otro rencor que el que tengo,
y eso porque pude nacer antes y no lo hiciste.

No pongas el amor en mis manos como un pájaro muerto.

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