jueves, 10 de enero de 2013

Incrédulo



Yo no creo en nada, ni en mí, sólo en la animalidad implícita de la humanidad, sólo que no es el más  fuerte el que domina, sino aquél quien que mejor se esconde bajo máscaras (las de la sociedad), aquel que se esclaviza a un sistema predeterminado (que se “educa” en su totalidad porque ni siquiera la inteligencia sobresale, sino la adaptabilidad, la aceptación, la sumisión), donde las cosas ya estaban hechas para ser usadas, pero nunca para ser modificadas, movidas, cambiadas.

No creo tampoco en la dialéctica, ni en la libertad, no la hay, y por qué habría de haberla si sólo somos esclavos de la mediocridad de la tendencia a lo mediano, de la misma vida que nos somete y envejece, que nos tira de un golpe de aire el cabello, y quema con arrugas nuestro rostro, del poco trabajo y la poca lucha por lo que realmente queremos, y que realmente en la mayoría de las ocasiones no queremos, nos hacen querer, nos hacen creer.

Y no, no puedo creer en nada, sólo puedo creer en aquello que escape de mi lenguaje, de aquello que no estructura mi pensamiento, puedo creer en todo lo desconocido, menos en esto, en esta hoja blanca a punto de ser violada por un conjunto de letras institucionalizadas. ¿Por cué qhingados escribo así?

A diario salimos a las calles, falsos exponiendo ideales que no son nuestros y que incluso creemos, el único gran y original ideal, sería el no ideal y hasta eso sería falso, todo lo demás es mera distorsión, mera pretensión estética.

La burocracia, los impuestos que no pago, las vidas pseudo-perfectas de las almas que plagan cines, tiendas y plazas, y el consumo absurdo son un proselitismo que sólo atenta contra nuestras mentes, y con la tierra, un consumo excesivo a través de un dinero de un sistema monetario que es respaldado por nada, sólo por los millones de simios que somos queriendo más y ser más que los otros, produciendo para lo que no sabemos, consumiendo hasta que morimos.

Sale cara la vida en sociedad, nos hace simplemente seguidores de nuestra propia esclavitud, des-identificándonos apriorísticamente, homogeneizándonos excluyendo todo aquello que es diferente, y todas, todas las épocas han sido iguales y la tendencia siempre apocatástasis…

Sólo somos esclavos dialécticos productores y consumidores de la  mierda que somos, ó que creemos ser...

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